martes, 2 de septiembre de 2014

Siete sencillos hábitos en tu rutina de trabajo



El éxito tiene mil caminos diferentes, pero una misma salida: elegir una rutina de trabajo que más nos beneficie y seguirla a pies juntillas. Esta parece que fue la decisión que tomaron muchos genios de la talla de Beethoven, Sigmund Freud o Charles Darwin. Todos ellos comparten una serie de hábitos que podemos adaptar nuestro día a día para que nuestra vida sea mucho más rica y productiva. 

1.- Trabaja a las horas a las que más rindas
“A quien madruga, Dios le ayuda”. El refrán que más han escuchado los más dormilones resulta que es una falacia. O al menos, en parte. Hay personas a las que les conviene mucho más trabajar por las mañanas y otros, a última hora de la tarde. Así lo asegura un estudio realizado en 2011 por los psicólogos Mareike B. Wietha & Rose T. Zacks del Albion Collecge de Michigan (Estados Unidos). En él, los expertos analizaron la capacidad de resolución de problemas de un grupo de sujetos en función de la hora del día. Y los resultados no arrojaban dudas: estaba bastante claro que había personas que funcionaban mucho mejor a primera hora, y otros que trabajan de forma más efectiva a última hora de la tarde.  

 Tan solo hace falta saber a qué hora se nos da mejor las tareas e intentar organizar nuestra agenda en base a ello. Si no podemos hacerlo, porque por ejemplo trabajamos en una oficina de 9 a 18, podemos organizar las tareas para empezar con algo más complicado a primera hora -si somos ‘personas de mañana’- y dejar lo fácil para por la tarde. Si nos cuesta despertar, mejor hacer lo contrario. 
Beethoven adoraba componer a primera hora de la mañana y tener las tarde despejadas. Flaubert, sin embargo, escribió Madame Bovary sobre todo de noche. El escritor francés se dedicaba a bañarse  y a leer por las mañanas. ¡Así que elige tu camino!. 

2.- Haz listas
Cualquier trabajo puede ser reducido a una larga lista de tareas. Si las tenemos claras desde primera hora, podremos rendir mejor  y el día no se nos hará cuesta arriba. Sobre todo si trabajamos en grupo, ya que la mayoría de las distracciones provendrán de las necesidades que los demás nos intentarán cargar: si tenemos un papel en el que sabremos qué tenemos que hacer exactamente, podremos priorizar y evitar interferencias. 
Ojo, las listas no tienen por qué ser de tareas diarias. También nos puede ayudar tener una de objetivos a medio y largo plazo.

3.- Descansa
No eres una máquina. Cada dos horas, intenta parar 15 minutos y hablar con un compañero, tomar un vaso de agua -cuidado con el café- o dar un paseo. No lo digo yo, lo dice Freud: el genio vienés solía descansar una media hora entre sus agotadoras sesiones de psicoterapia. También solía parar una hora y media entre su turno de mañana (que empezaba a las 7 de la mañana) y su turno de tarde, en el que trabajaba hasta las 9 de la noche. 

4.- Pasea 
Mejor que un descanso, un paseo. Una caminata de 20 minutos hará que la sangre fluya mejor por tu cuerpo y disparará tu creatividad. Un estudio de 2009 descubrió esta realidad: los adolescentes que caminaron durante 20 minutos antes de un examen de lectura sacaron mejores notas que los que no lo hicieron. 
5.- Duerme bien (y sobre todo por la noche)
Ya seas una persona de mañana o una de tarde, intenta dormir bien por la noche. El descanso adecuado hará que rindas mucho mejor. La falta de sueño no solo te hará más perezoso: este hecho también está relacionado con multitud de problemas de salud. 

6.- Aprende a decir ‘No’
¿Te imaginas a Barack Obama diciendo que sí a cualquier petición que le hicieran? ¿O a Picasso haciendo caso a los que criticaban su estilo? Todos las personas de éxito aprendieron en su momento a decir que ‘no’. Con esta sencilla acción evitaremos que los demás nos impongan sus deseos y necesidades, y nos podremos centrar en lo que nosotros queremos. 

7.- Créetelo 
Una profecía autocumplida es una predicción que, una vez hecha, es en sí misma la causa de que se haga realidad. Además, es una de las expresiones favoritas de los psicólogos: si nos creemos que podemos llegar a hacerlo, podremos realizarlo. Pero ojo, este concepto también puede volverse en nuestra contra: si creemos que fracasaremos, terminaremos haciéndolo. 

Además, la confianza es contagiosa y es una de las características claves de los líderes. Si crees que lo vas a poder hacer, los demás no tendrán dudas y confiarán en ti y en sí mismos. Y si no que se lo digan a John F. Kennedy y a su equipo de estrategas: cuando la III Guerra Mundial estuvo a punto de estallar por la crisis de los misiles cubanos, la confianza, el autocontrol y el liderazgo del presidente fueron decisivos para que nadie de su equipo perdiera los nervios y lanzara una ofensiva que podía haber acabado en el Apocalipsis. ¿Era JFK un superhombre? No, por dentro estaba carcomido por las dudas y por el miedo, pero se convenció a sí mismo de que esa crisis no iba a ser el principio de la guerra. Y ese fue el principio de uno de los episodios más gloriosos de la diplomacia mundial.

martes, 29 de julio de 2014

Efectos psicológicos que afectan a nuestra vida cotidiana.

 
 
 
Nos gusta pensar que somos personas racionales y que las emociones toman el control solo de vez en cuando. Sin embargo, mientras más profundizamos en la mente humana, más nos damos cuenta de que nuestras decisiones, actitudes y comportamientos están determinados por numerosos factores, muchos de los cuales escapan a nuestra conciencia.
1. Efecto Pratfall – Cometer errores nos hace más simpáticos
Muchas personas están obsesionadas con no cometer errores. Les avergüenza tropezar en público o equivocarse al dar un discurso. El miedo a cometer un error es tan fuerte que en algunos casos llega a convertirse en una obsesión. Como resultado, la persona se concentra tanto en prevenir los fallos que su desempeño se resiente e incluso es probable que transmita una imagen lejana, fría o snob.
Sin embargo, según el Efecto Pratfall, cometer un desliz delante de los demás aumenta nuestro atractivo, hace que seamos más simpáticos. Así lo demostró un estudio realizado en la Universidad de Minnesota donde se les pidió a las personas que evaluasen cuán agradables y simpáticas les resultaban los participantes de un concurso. Así se pudo apreciar que los participantes catalogados como más agradables eran aquellos que cometían deslices y no los que tenían un desempeño impecable. ¿Por qué? Simplemente porque las personas los percibían como alguien más cercano y sentían una profunda empatía ante sus errores. 
2. Efecto Pigmalion – Grandes expectativas conducen a grandes resultados
Hace algunos años el psicólogo Robert Rosenthal desarrolló un experimento muy interesante: les dijo a algunas profesoras de primaria que algunos de sus estudiantes eran brillantes y que otros tenían problemas de aprendizaje. Al terminar el curso, los estudiantes calificados como “brillantes” mostraron mejores notas mientras que aquellos que supuestamente tenían dificultades para aprender, obtuvieron calificaciones más bajas.
Este estudio nos demuestra que cuando tenemos determinadas expectativas sobre una persona o incluso sobre nosotros mismos, asumiremos una serie de actitudes y comportamientos que hacen que esa “profecía” se cumpla, incluso si no somos conscientes de ellos. ¿Por qué? Porque una vez que nos hemos formado una imagen, nuestro cerebro prefiere trabajar para confirmarla en vez de buscar pruebas para contrastarla.
3. Efecto Enfoque – Concentrarse en un aspecto hace que obvies el resto
Daniel Kahneman afirmó que "nada en la vida es tan importante como crees que es cuando estás pensando en ello". Este psicólogo de la Universidad de Princeton realizó un experimento muy curioso: les preguntó a las personas del Medio Oeste de Estados Unidos, cuán felices creían que eran los californianos. Todos afirmaron que los californianos eran más felices que ellos. ¿Por qué? Sencillamente porque se enfocaban en la imagen estereotipada de California y no tenían en cuenta los aspectos positivos de sus propias ciudades.
En nuestro día a día, también somos víctimas del Efecto Enfoque, que también se le conoce como “visión de túnel” ya que no somos capaces de ver más allá de nuestra imagen preconcebida. Esto nos sucede cuando analizamos las situaciones desde una perspectiva reduccionista y nos cerramos a valorar otras opiniones, cuando nos centramos tanto en determinados aspectos que perdemos la visión de conjunto y, como resultado, llegamos a conclusiones sesgadas que nos pueden llevar a tomar malas decisiones.
4. Efecto Spotlight – Tus errores no se notan tanto como piensas
Tenemos la tendencia a creer que somos el centro del universo, aunque sepamos racionalmente que no es así. Solemos creer que estamos bajo los focos reflectores y que todos nos están mirando. Sin embargo, esta actitud no es más que simple paranoia, muestra de nuestro egocentrismo, porque en realidad los demás están mucho menos pendientes de nosotros de lo que suponemos.
Así lo demostró un estudio realizado por psicólogos de la Universidad de Cornell, quienes les pidieron a un grupo de personas que usasen una camiseta con una imagen que les avergonzaba. Después, tenían que estimar cuánta gente se había fijado en su camiseta. Como podrás suponer, los participantes creían que muchas personas se habían fijado en ellos, aunque realmente no era así y en la mayoría de los casos habían pasado completamente desapercibidos.
5. Efecto Espectador – A más personas, menos probabilidades de que recibas ayuda
Solemos pensar que si nos ocurre alguna desgracia en medio de un tumulto de personas, tendremos grandes probabilidades de ser socorridos pero en realidad no es así, más bien al contrario: las probabilidades de recibir o dar ayuda son inversamente proporcionales a la cantidad de personas que haya en el lugar. Es lo que se conoce como Efecto Espectador o “difusión de la responsabilidad”.
Este efecto se descubrió en un estudio realizado en las universidades de Columbia y Nueva York, en el cual los entrevistados escuchaban un golpe seco que indicaba que otro participante había tenido un accidente en la habitación adyacente. Cuando las personas creían que estaban solas, el 85% salió corriendo para socorrer al supuesto accidentado pero cuando pensaban que había más personas cerca, solo el 31% prestó ayuda. ¿A qué se debe este efecto? Simplemente al hecho de que creemos que la responsabilidad de ayudar al otro, recae sobre los demás y no sobre nosotros.

martes, 3 de junio de 2014

ASPECTOS TERAPEUTICOS DEL JUEGO

El cuerpo es el primer mediador de la relación entre el individuo y el mundo externo: mediante él hemos entrado en contacto con otro cuerpo; es a través del cuerpo de la madre que nuestro cuerpo ha grabado las primeras sensaciones provenientes del encuentro con el mundo físico y con los otros.

Algunas sensaciones corporales que experimentamos a lo largo de la vida nos llevan a situaciones vividas. El cuerpo primero siente, y luego «habla», de manera que puede ser inclemente delator, quien denuncia el doble mensaje, entre los que dolores, síntomas y malestar son sólo algunas de las formas de dicha expresión. 

En los pacientes psicosomáticos, la representación del cuerpo es un símbolo que presenta una evolución fragmentada, a partir de la perturbación de las funciones proyectivas e introyectivas, derivadas del vínculo anómalo con la madre. Además, también nos encontramos con la privación de experiencias sensoriales e inhibición de funciones corporales, esenciales para la incorporación de la realidad.

Las funciones estructurantes han tenido en el paciente psicosomático un desarrollo distorsionado que afectó progresivamente a la confianza en su capacidad para penetrar y provocar modificaciones en el objeto. 

Cuando el Yo se esfuerza por desconocer las emociones (por ejemplo, el miedo), y sólo logra expresión por un síntoma físico, como un dolor, se establece un sistema rígido pero expuesto a bruscas fisuras, que da lugar a la emergencia de acontecimientos vinculares no procesados, por no poseer una adecuada membrana permeable reguladora, que permitiría intercambios graduados. En esos casos, el miedo es a la pérdida de la coraza defensiva, que los dejaría excesivamente expuestos a las experiencias emocionales, vulnerabilidad que tiene el sentido de quedar «en carne viva».

Podemos decir que el paciente psicosomático sufre la dramática alternancia de estar «en carne viva», sin una piel que establezca los límites, que fije una clara demarcación, con lo que no es posible experimentar las funciones de tacto y contacto.

Esta relación del Yo consigo mismo también se observa en los vínculos en los que existe una alternancia entre estar pertrechados y distantes o ser excesivamente permeables, y actuar como «esponjas» que absorben como propias, necesidades y urgencias ajenas. Se trata de adultos que juegan de forma ritualista, de la misma manera que se conectan con el mundo. Sin embargo, carecen de imaginación, fantasía, creatividad y humor y presentan un psiquismo de situaciones que no han logrado integrar, sintetizar y simbolizar con excesiva carga emocional... Lo que no logran es metabolizarlas, así que permanecen a modo de «bocados no digeridos» que pueden irrumpir con brusquedad, rompiendo la barrera defensiva, pero que finalmente vuelven a disociarse.

Los episodios somáticos son expresión de momentos de identificación proyectiva del área no metabolizada, que busca en el cuerpo el continente del que carecieron. Es probablemente a través de una imagen mental que contiene dolor (amenaza real o imaginaria a la supervivencia) y del contacto, como se repiten con mayor exactitud los modelos de relación primaria. Estas imágenes contienen, a manera de registros corporales, experiencias vinculares estructurantes de la vida emocional.

El juego en adultos como elemento terapéutico y transformador
El estatus o rol adquirido en un grupo tiende a perpetuarse en otros grupos en los que el niño o adulto es llevado a integrarse.

El contenido del juego es, sin lugar a dudas, una vía óptima de acceso a la dinámica de las relaciones objetales y un sitio privilegiado para la reconstrucción de la historia vincular. También los adultos (no sólo es un atributo de los niños) expresan en las sesiones de juego modalidades de relación con objetos y personas cargadas de significados emocionales.

Además del contenido, jugar supone modos personales de dar forma, estructura y organización a los objetos lúdicos, ya que implica la inclusión del cuerpo en el espacio, con ritmos personales e individuales de búsqueda, satisfacción y frustración. El desarrollo de juegos que permitan desplegar fantasías inconscientes con objetos mediatizadores dentro de un clima de experiencia intermedia entre realidad y fantasía, otorga la cualidad del «como si» al juego, funcionando como espacio integrador de ensayo y elaboración de nuevas respuestas. Como consecuencia, se producen momentos de integración entre sentimiento, pensamiento y acción que emergen dentro de una situación transferencial de intercambio óptimo.

Existen índices significativos corporales: la forma de vincularse, la dinámica y la motricidad. 

La dinámica de juego espontáneo, sin juicio, hace posible proyectar (en el grupo y el terapeuta) significados propios, que permiten evocar el origen del propio comportamiento con las figuras familiares (padres, hermanos, tíos, abuelos…), para luego reconstruir los matices de estos vínculos originales y las fijaciones producidas en las diferentes etapas, así como las primitivas experiencias de contacto corporal que han contribuido a estructurar la modalidad relacional personal.

La transferencia se convierte en una herramienta principal de trabajo. Al finalizar, durante la verbalización se elaboran las experiencias de la vivencia simbólica y su relación con dinámicas cotidianas.

Juego ritualizado: juego usado como resistencia, la verbalización durante el juego sirve a los esfuerzos defensivos obsesivos, que tienden a evitar el contacto emocional. Este juego es expresión de sometimiento y sobreadaptación No funciona como vehículo de emociones, sino como un obediente «cumplir» con la consigna. Se trata de un juego que se transforma en barrera utilizado como resistencia y perdiendo su valor expresivo y elaborativo.

Cuando predomina el juego ritualista, observamos la tensión corporal muscular, movimientos medidos, temerosos… Impresionan cómo personas serias, formales y muy correctas, el movimiento espacial está sumamente restringido, se muestran inhibidos, circunscritos al espacio de juego que se les ofrece. Desarrollan pocos gestos faciales significativos y reducen los juegos a intercambios muy pobres, basados en moldes de interacción estereotipados, con ausencia de registro de estados emocionales. Son el polo opuesto de los pacientes histéricos, presentando una máscara esquizoide respecto a sus afectos. Cuando esta modalidad toma primacía, estamos frente a un riesgo de repetición de crisis orgánicas.
La relación con el terapeuta es formal, obediente, pero de escasa cercanía y participación afectiva. Toda la conducta tiene el sello del sistema defensivo rígido...

La tarea del terapeuta es la decodificación de la emoción que el paciente intenta descargar o disociar, a partir de la lectura de las modificaciones posturales, los tonos y las modulaciones de la voz, los ritmos, la mímica y las ubicaciones espaciales.

Juego impulsivo: sucede cuando el juego resistencial da paso a momentos «explosivos», donde a veces se puede observar balones utilizados como proyectiles con la finalidad de descarga de estados emocionales. Corresponden a momentos en los que el estricto control obsesivo fracasa y cede el paso al momento se descarga indiscriminada, donde aparecen la hiperactividad y el aislamiento en algún «rincón del espacio». Se trata de períodos altamente comunicativos e índices de progreso y de buen pronóstico terapéutico, a pesar de su carácter masivo. En la relación con los objetos ofrecidos en el espacio de juego, observamos el fenómeno inverso al descrito en el juego ritualizado, que son usados indiscriminadamente para la necesidad emocional dominante: descargar un estado emocional intolerable, cualquier situación puede servir para ese fin; son expresión de los «bocados no digeridos», que el adulto «deposita» indiscriminadamente con la finalidad de encontrar un continente que lo signifique. Más avanzado el proceso terapéutico suelen avergonzarse de los momentos de ilusión que los alejan de su actitud «objetiva»... 

El juego «defensivo» corresponde a los aspectos más patológicos de la personalidad y ofrece, durante su permanencia, el mayor riesgo de repetición de episodios orgánicos, en tanto priva de expresión a los contenidos emocionales que se drenan por vía somática.

Es una forma extrema tendiente a negar el dolor psíquico inherente a la ausencia del objeto. La detención de los procesos proyectivos e introyectivos está al servicio de la evitación de la noción de ausencia, y separación, a través del mantenimiento omnipotente de la fantasía de auto-sostén. Esta detención de procesos proyectivos-introyectivos pone en grave riesgo el mundo emocional, privado de registros concretos de necesidad, a partir de los cuales desarrollar intercambios emocionales reales.

Desde la experiencia de vulnerabilidad y ausencia de sostén, se desarrollan movimientos proyectivos intensos y violentos, en busca de un continente materno real. El incremento del sistema de defensas rígidas en la esfera mental, se acompaña del incremento de tensión de la musculatura. Para esos pacientes, esa sensación posee el sentido de «brazos maternos», fuertes y seguros que perpetúan un estado de simbiosis ilusorio. La ruptura de este sistema, por esta connotación de sostén, supone un momento traumático, de máxima vulnerabilidad, que los pacientes experimentan como «quedar expuestos».

Serán las sucesivas pruebas de receptividad emocional las que les permitirán rectificar las experiencias patológicas de «rechazo» de la identificación proyectiva primaria, a las que estuvieron expuestos en la infancia y que estereotiparon en el contacto con su mundo interno; un intento de probar al terapeuta en sus funciones continentes. Es también un intento de expresión gestual y motora de los contenidos vinculares que, en la evolución, sólo se expresaron mediante síntomas orgánicos.
Cómo opera el juego y qué facilita
  • Mediatiza o expulsa el conflicto, para luego elaborarlo.
  • Funciona como espacio de ensayo en un marco contenedor.
  • Disminuye el excesivo control o restricción que muchos adultos ejercen en su vida.
  • Desarrolla el «Insigh» de situaciones confusas o ambivalentes, donde la persona comprende su «rol» dentro de un sistema.
  • Instaura un clima de distensión donde todo puede ser abordado en una atmósfera plástica.
  • Afrontar y elaborar gradualmente el sentimiento de inadecuación o ridículo que nos hace reprimir  impulsos genuinos y espontáneos.
En definitiva, se trata de crear las condiciones y la dinámica lúdico-corporal , para que la persona pueda superar, con la gradualidad necesaria, las prohibiciones del Súper-Yo y expresarse lo más libremente posible, para así tomar consciencia de los contenidos del inconsciente, que influencian su acción en la realidad externa, acción de la que el Yo en consciente sólo en parte. Así, lograr una disminución de las defensas y, en consecuencia, que  aflore gran parte del material oculto (necesidades, miedos, deseos, prohibiciones, fantasmas…) que condiciona la vida relacional presente.

martes, 20 de mayo de 2014

Efecto Lucifer

Antonio Robles
Libertad Digital, 15 de Mayo de 2014 
Artículo interesante:

A falta de un móvil político, el asesinato de la presidenta de la Diputación de León, Isabel Carrasco, ha provocado todo tipo de especulaciones sobre los motivos de sus autoras, y ha levantado una ola de indignación por los comentarios crueles vertidos en las redes sociales contra la víctima. Dos cuestiones controvertidas, que en realidad son sencillas de explicar y difíciles de resolver por la fuerza morbosa que rodean al caso, al tratarse de un cargo político relevante.

Ante el manido recurso a la locura como explicación de la obscenidad, se ha recurrido ahora al lenguaje de la psicopatología científica: "Se trata de dos psicópatas con mucha frialdad", han barruntado los investigadores del caso. Y asunto zanjado, como si con el recurso al lenguaje psicopatológico individual ahuyentásemos los demonios del mal, nos librásemos del espanto que produce caer en la cuenta de que tales mujeres podrían ser nuestras vecinas, tan normales como nosotros mismos, y por ello, aterrador. Es lo que en psicología se llama error de atribución fundamental, pues se menosprecia la fuerza de las circunstancias propicias.

No, no hace falta estar loco para cometer los más espantosos crímenes, sólo estar sumido en el contexto adecuado, con el pretexto oportuno y la sangre envenenada de odio. La ira, el resentimiento, la frustración o la impotencia, sentirse agredido, ofendido, humillado es suficiente para agarrarse a la venganza como salida ante el resentimiento adobado por rivalidades mal resueltas. Para ello no es necesario ser un psicópata, ni estar loco; la mayoría de los crímenes los cometen personas normales, tan normales como usted y como yo. En los años 70 el doctor Philip Zimbardo realizó un experimento de psicología social en la Universidad de Stanford. Asignó roles de carceleros y prisioneros al azar entre un grupo de 24 personas voluntarias. El experimento se tuvo que suspender a la semana porque los roles asumidos habían puesto en peligro la integridad moral y física de los detenidos. Algunos carceleros llegaron a torturar a los prisioneros. 

De todas las enseñanzas que se sacaron de esa experiencia nos pueden servir las palabras tantas veces verificadas en la historia de que la bondad o la maldad del hombre dependen sólo de las circunstancias. Cualquiera de nosotros puede ser un asesino si se dan las circunstancias adecuadas. Y no por ello estamos enfermos, ni estamos dirigidos por enajenación alguna. Somos responsables, siempre somos responsables de nuestros actos, a excepción claro está de aquellos casos en que una psicopatología real (también las hay) nos convierte en irresponsables de nuestros actos. No en este caso, desde luego. 

Cuando dos personas, madre e hija, se retroalimentan y se regodean en la preparación de la venganza durante un año y medio, son todo menos dos locas. Póngales ustedes el apelativo que quieran, exactamente el mismo que se puede asignar a esos etarras encarcelados que brindan con cava el último asesinato de ETA. A esa constatación perversa de la naturaleza humana y su inclinación al mal cuando el ambiente es propicio, Zimbardo le dio el nombre de efecto Lucifer.

No menos lamentable es parapetarse tras la libertad de expresión para criticar al ministro del Interior porque se le ha ocurrido plantear "recursos legales adicionales" para impedir "la apología del delito y el odio" desde las redes sociales. No hay libertad alguna que no esté limitada para evitar la barbarie. Todo nuestro marco democrático es el resultado final de 2.400 años de la búsqueda, defensa y limitación de la libertad.

Solo porque hay límites a la libertad somos libres, de lo contrario sería la ley de la selva, y en ésta sólo los fuertes serían libres. Las redes sociales, sin embargo, tienen apenas una docena de años. Internet nos ha inventado un mundo, nos ha facilitado las cosas. Resulta inimaginable vivir ahora sin ella. Pero ha de ser regulada. Empezando por impedir que se escuden en el anonimato lo peor del alma humana. Si en las cárceles ficticias de Stanford se generó la impunidad para que lo peor del ser humano se manifestara con la mayor crueldad, es fácil deducir que, tras el anonimato de las redes sociales, todo tipo de resentidos, frustrados, envidiosos, desquiciados, resentidos, impotentes, mediocres, cobardes, fracasados, maliciosos o perversos arremetan sin piedad contra todo lo que les estorba. La mentira, la difamación, las injurias, las amenazas y las coacciones deben ser perseguidas de oficio. Otra cosa es cómo tipificarlo y cómo adentrarse en ese nuevo amazonas intratable de internet.

jueves, 6 de marzo de 2014

Estrategias para organizarte mejor en tu trabajo



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1. Primero planifica
Uno de los errores más frecuentes cuando uno tiene exceso de trabajo y funciona con altos niveles de presión y poco tiempo libre es llegar a la oficina o comenzar el día y lanzarse directamente a la acción, sin parar a establecer un plan y unas prioridades. Cuando uno está estresado y le falta tiempo tiende a pensar que estos espacios de planificación son una pérdida de tiempo, y sin embargo la experiencia y los estudios de expertos en gestión del tiempo demuestran que unos minutos para planear lo que se va a hacer puede reducir muchos más minutos de las tareas en cuestión, con lo cual es un tiempo muy bien invertido.

2. Divide y vencerás
Si uno se enfrenta a mucho trabajo al principio de la jornada, o de la semana, puede entrar en colapso o estresarse más de la cuenta si no divide sus proyectos en tareas, y sus tareas en micro-tareas más pequeñas. Para ello, la clave está en anotar todo lo que uno quiere hacer, y después dividirlo en pequeñas acciones, creando un árbol de tareas que permita establecer plazos más pequeños, y al mismo tiempo celebrar cada menos tiempo los pequeños resultados y éxitos, para seguir motivado para las tareas siguientes. Para ello, hay muchos programas de gestión de tareas, y aplicaciones de móvil que permiten auto-organizarse y dividir el trabajo.

3. Tómate pequeños descansos
Los estudios demuestran que la falta de descanso es uno de los factores más comunes en las bajas por depresión o el burnout de muchos ejecutivos. La técnica Pomodoro consiste en establecer períodos de trabajo de 25 minutos con descansos de 5 minutos, y establecer un descanso de 15 minutos cada cuatro pomodoros. Para ello, es clave que se planifiquen las tareas de cada media hora, y que se procure hacer descansos de calidad, donde realmente se aproveche para recuperar energía, desconectar del ordenador, salir al aire libre, comer algo o tener una conversación con alguien. Existe una aplicación web llamada Tomatoist que permite utilizar esta técnica.

4. Haz primero las tareas difíciles
Habitualmente lo primero que hacen un trabajador al comienzo de su jornada laboral es leer el correo, cuando es uno de los mayores factores de distracción y pérdida de eficacia en el trabajo. Los correos son una parte esencial de muchas profesiones, pero es recomendable dedicar tiempos menos productivos a la tarea de leerlos, ordenar la bandeja de entrada y contestar e-mails de poca importancia. Por tanto, salvo que se trate de un correo importante que requiera tiempo y dedicación, es preferible comenzar el día con tareas que requieran mayor complejidad y concentración, aprovechando las horas habitualmente más productivas, y dejar aquellas tareas menos importantes y más mecánicas y sencillas para tiempos del día en los que las personas suelen rendir menos o estar más ociosas, como después de comer, por ejemplo.

5. Conoce tus distractores habituales
Las personas pueden tener dos tipos de distractores, los externos y los internos. Los distractores externos son las personas o actividades que nos distraen de lo que estamos haciendo. Por ejemplo, un empleado que constantemente nos interrumpe cuando estamos trabajando para preguntar dudas, o el teléfono cada vez que suena una nueva notificación de whatsapp, etc. También hay distractores que provienen de nuestra propia mente, que son los internos, como no saber delegar, adelantarse con preocupaciones a problemas futuros, una excesiva necesidad de complacer a los demás o la parálisis por el análisis.

6. Establece plazos límite
No siempre puede calcularse lo que va a complicarse un determinado proyecto o tarea, sin embargo, al final necesitamos avanzar y cerrar temas, y por tanto, es esencial tener un plazo límite. Es frecuente que muchas personas definan un plazo deseado para realizar algo, y sin embargo, olvidan establecer un deadline, y esto provoca que cuando uno sobrepasa el plazo deseado deja de tener plazo, como aquel que va con el GPS a un destino, y cuando ya llega, no encuentra aparcamiento y entonces comienza a dar vueltas pero ya no tiene ninguna ruta. El plazo límite sirve para añadir un tiempo adicional al plazo deseado, y al mismo tiempo, evitar perfeccionismos excesivos o tendencias de procrastinación a la hora de trabajar.

7. Comunica tus cambios y necesidades a los demás
Hay una serie de personas con las que uno necesita coordinarse en el día a día laboral y personal, y dedicar un tiempo a explicarles la forma de trabajar y de organizar el tiempo que uno tiene facilita mucho su cumplimiento. Algunas de las formas en que uno puede comunicar su forma de trabajar con el tiempo pueden ser: crear una respuesta automática de correo electrónico para que las personas que escriban sepan que solamente se atenderán sus mensajes a unas horas determinadas, establecer un estado de whatsapp con horarios de entrada a la aplicación, o hablar personalmente con las personas clave explicando una serie de medidas y estableciendo consensos con cada una.

miércoles, 12 de febrero de 2014

¿Cómo lograr que las ofensas no te dañen?






Puede que las ofensas no estén a la orden del día en tu jornada cotidiana pero lo cierto es que, alguna que otra vez, todos hemos sido víctimas de ellas. Casi siempre llegan de la mano de personas que se comportan de una manera ruda, que cruzan la línea de la cortesía y que te agreden, a veces sin motivo, otras veces porque han mostrado una reacción exagerada ante algo que hemos dicho o hecho. ¿Cómo lidiar con estas personas? ¿Cómo enfrentar las ofensas?

El primer paso para enfrentar las ofensas consiste en comprender que se trata de una percepción personal; es decir, nos sentimos ofendidos cuando pensamos que alguien ha cruzado la línea imaginaria que hemos trazado. Esto significa que lo que para alguien puede ser una grave ofensa, para otro puede pasar del todo desapercibida.

Decimos que alguien nos ofende cuando esa persona ha traspasado la barrera que hemos trazado, cuando nos recrimina sin motivo aparente o cuando ataca nuestro “yo”. No obstante, también podemos sentirnos ofendidos si ataca a alguien que queremos o incluso si arremete contra una posesión preciada. Hay gente que puede sentirse ofendida si le decimos que no nos gusta la decoración de su casa o que su perro no está bien educado. En fin, hay sensibilidades y sensibilidades, y lo que pretendo decir es que no podemos sentirnos ofendidos cada vez que una persona emite una opinión. Recuerda que todos tienen el derecho a expresar sus criterios siempre que respeten los tuyos.

Como decir esto es mucho más fácil que hacerlo, te propongo un ejercicio muy sencillo. Imagina que eres un niño pequeño, de apenas dos años, y quieres un helado. Quieres comerte ese helado ahora mismo, sin dilaciones. Hasta imaginas su textura, aroma y sabor.

Sin embargo, tus padres no te lo dan. ¿Qué harás? Seguramente llorarás y quizás hasta tendrás una rabieta porque ahora mismo, todo tu mundo se reduce a ese helado.

Ahora, una vez que has experimentado todas esas emociones negativas, ¡crece! Es decir, vuelve a tu “yo” real y date cuenta de que eres un adulto y ese helado no es sino un detalle minúsculo en un mundo inmenso, ese helado no es tu mundo y no tiene por qué generarte esa cantidad de emociones negativas.

Ahora imagina que la ofensa es ese helado. ¿Por qué tendrías que enfadarte y sentirte mal por culpa de ellas? ¿Acaso tu mundo es tan restringido como el de un niño de dos años? No lo creo. En ese caso, simplemente deja pasar la ofensa. No digo que no debas decir lo que sientes, si es necesario, sino que no debes dejar que incida en tus emociones, no debes dejar que te haga perder la calma. Al fin y al cabo, no vale la pena.

Puedes utilizar esta técnica en muchísimas otras situaciones ya que es muy útil para darle a cada cosa el lugar que realmente merece en nuestro mundo.