viernes, 26 de febrero de 2016

Hábitos cotidianos que empeoran la depresión



 
La depresión actualmente se ha convertido en una verdadera pandemia, son muchos los millones de personas que consumen habitualmente antidepresivos; es obvio que si se padece una depresión severa puede ser necesario recurrir a los psicofármacos (sin entrar a debatir los intereses de las grandes empresas farmacéuticas que pudiera haber detrás) , pero debemos tener presente que esta no es una solución a largo plazo,ya que no elimina el problema de raíz, tan solo lo aminora o esconde. 

Por eso es tan importante conocer cuáles son los factores que pueden empeorar la depresión y hacer que un cuadro depresivo leve termine en una depresión mayor. Quizás lo más sorprendente es que se trata de hábitos cotidianos que podemos cambiar.

1. Estresarte demasiado
 El estrés es dañino en todos los sentidos y, al contrario de la creencia popular, no solo genera ansiedad sino que también puede provocar depresión. El estrés provoca un aumento del cortisol, una hormona cuyos niveles son inusualmente elevados en las personas deprimidas. Esta hormona provoca irritabilidad, daña la memoria y genera una sensación de fatiga y cansancio, síntomas típicos de la depresión.

2. Dormir poco
 Las personas con depresión suelen tener problemas para dormir, es bastante común que se despierten a mitad de la noche y no logren conciliar el sueño. Sin embargo, también se ha apreciado que las personas que sufren trastornos del sueño, como el insomnio, son más susceptibles a desarrollar un cuadro depresivo. Parte de la respuesta radica en la melatonina, una hormona que regula nuestros ciclos de sueño y que también se altera durante los cuadros depresivos. De hecho, recientemente se descubrió que algunos síntomas de la depresión remiten cuando las personas toman melatonina.

3. Llevar una dieta inadecuada
 Los alimentos que ingerimos como parte de nuestra dieta cotidiana inciden en nuestro metabolismo y, a la larga, pueden intensificar determinados estados emocionales. De hecho, se ha demostrado que los alimentos que contienen azúcar refinado, carbohidratos simples y grasas hidrogenadas pueden exacerbar la depresión provocando además irritabilidad y cansancio. 

4. Relacionarte con personas negativas
 Uno de los pasos más importantes para salir de la depresión consiste en aprender a reestructurar los pensamientos negativos. Es decir, cambiar esas creencias que te hacen sentir mal y afectan tu autoestima por ideas más positivas. Sin embargo, si te rodeas de personas tóxicas y negativas, te resultará muy difícil lograrlo. Las personas tóxicas son aquellas que siempre se quejan por todo, que no quieren asumir la responsabilidad por sus acciones y que piensan que la mayoría de las cosas de este mundo no valen la pena. Obviamente, estas relaciones solo sirven para confirmar tus creencias pero no te ayudan a salir del pozo de la depresión.

5. Usar excesivamente las redes sociales
 Las redes sociales nos hacen sentir acompañados pero en realidad son un arma de doble filo. De hecho, cada vez salen a la luz nuevos estudios que alertan de los peligros de sitios como Facebook ya que pueden aumentar el riesgo de aislamiento social y en una persona con problemas de autoestima, esto podría desencadenar la depresión o intensificar sus síntomas. También se ha apreciado que en las redes sociales tendemos a hacer más comparaciones y a salir malparados de ellas, pensando que los demás son más felices y que llevamos una vida mucho más miserable, aburrida y carente de sentido.

martes, 9 de febrero de 2016

Inundación Emocional: Cuando las emociones te sobrepasan






Casi todos, en alguna que otra ocasión, nos hemos visto envueltos en una discusión en la que dejamos que las emociones fluyeran sin control. No me refiero a esos pequeños fogonazos de ira sino a verdaderas oleadas de sentimientos negativos, que prácticamente nos desbordan y hacen que actuemos de forma poco racional.

El escenario típico es: estás en medio de un desencuentro, la otra persona dice algo y, repentinamente, es como si cayeras en un agujero negro. Lo único que percibes y emites es ira, miedo, pánico y/o frustración. Cuando experimentamos estas sensaciones nuestros músculos se tensan, listos para la acción, y nuestra mente funciona tan rápido que no somos capaces de seguirla “conscientemente”.

La diferencia entre la inundación emocional y las emociones que experimentamos todos los días radica en la magnitud. Durante un episodio de inundación emocional nuestra mente racional se desconecta, ocurre un secuestro emocional en toda regla. Nuestro sistema nervioso se satura y la corteza prefrontal deja de ejercer su rol controlador. En este punto, nuestras reacciones instintivas pueden empeorar aún más la situación, generando una cascada de ira. 

¿Cómo se desencadena la respuesta de inundación emocional?

Básicamente, lo que ocurre es que reaccionamos haciendo lo mismo que percibimos en el otro. En una discusión, sobre todo cuando se va acalorando, es normal que adoptemos una actitud de lucha/huída. Cuando una persona se siente atacada, percibe que la situación la sobrepasa o está llena de ira, se produce una activación fisiológica que genera esa sensación de peligro inminente.

De esta forma, el cerebro percibe que existe un nivel de estrés que no podemos manejar y, por tanto, responde como si estuviéramos ante un riesgo real, aumentando la presión sanguínea, haciendo que la respiración sea más superficial y dilatando las pupilas, respuestas que nos animan a tomar solo dos caminos: atacar a nuestro adversario o huir de la situación.

El problema es que resulta muy probable que nuestro interlocutor reaccione de la misma manera y, como resultado, ambas personas terminen perdiendo el control. Se produce una inundación emocional en toda regla donde no hay espacio para el entendimiento ya que en ese momento la empatía desaparece y es como si cada cual luchase por su vida.

¿Qué hacer para evitar este tipo de situaciones?

Cuentan que un hombre sufría a menudo ataques de ira y cólera, así que un día decidió solucionar este problema. Para ello, le pidió ayuda a un viejo sabio que tenía fama de conocer la naturaleza humana. Cuando llegó, le dijo:

- Señor, quiero que me ayudes, tengo fuertes arranques de ira que están arruinando mi vida. Sé que soy así, pero también sé que puedo mejorar.

- Lo que me cuentas es muy interesante - dijo el anciano. De todas formas, para poder tratar tu problema, necesito que me muestres tu ira. Solo así podré descubrir su naturaleza.

- Pero ahora no estoy enfadado - argumentó el hombre.

- Bien - contestó en anciano. 

- En ese caso, la próxima vez que la ira te invada, ven lo más rápido que puedas a enseñármela.

El hombre estuvo de de acuerdo y regresó a su casa. A los pocos días sufrió un ataque de cólera y marchó rápidamente a ver al anciano. Sin embargo, el sabio vivía en lo más alto de una colina muy alejada, así que cuando alcanzó la cima y se presentó al sabio…

- Señor, estoy aquí de nuevo.

- Estupendo, muéstrame tu ira.

Pero al pobre hombre se le había pasado el enojo durante el camino.

- Es posible que no hayas venido lo suficientemente rápido - dijo el anciano. - La próxima vez corre más deprisa y así llegarás todavía enfadado.

Pasados unos días, al hombre le asaltó otro fuerte ataque de cólera y, recordando la recomendación del sabio, comenzó a correr cuesta arriba. Cuando media hora después llegó completamente agotado a casa del viejo, este le reprendió:

- Esto no puede continuar así, otra vez llegas sin ira. Creo que debes esforzarte más y subir la cuesta mucho más rápido. De otro modo no voy a poder ayudarte.

El hombre se fue entristecido, jurándose a sí mismo que la próxima vez correría con todas sus fuerzas para llegar a tiempo de mostrar su ira.

Pero no ocurrió así. Una y otra vez subía la cuesta, y cada vez llegaba más fatigado y sin rastro de ira.

Un día que llegó especialmente extenuado, el maestro, por fin, le dijo:

- Creo que me has engañado. Si la ira formara parte de ti, podrías enseñármela. Has subido veinte veces y nunca has sido capaz de mostrarla. Esa ira no te pertenece. No es tuya. Te atrapa en cualquier lugar y con cualquier motivo pero luego te abandona. Por tanto, la solución es fácil: la próxima vez que quiera llegar a ti, no la recojas.

Esta fábula nos deja diferentes enseñanzas prácticas que podemos aplicar para evitar que las emociones tomen el control:

1. Haz un compromiso de paz contigo mismo. Normalmente vamos por la vida reaccionando ante las situaciones, pero podemos aprender a desarrollar nuestro autocontrol. No podemos evitar sentirnos frustrados o enfadados, pero podemos detener esa avalancha de emociones antes de que nos inunden por completo. Haz un compromiso contigo mismo, comprométete a: no perder la paciencia, a pensar antes de hablar y a alejarte antes de hacer daño cuando no puedas controlar la ira.

2. Aprende a detectar las señales de la catástrofe inminente. Una vez que se produce el secuestro emocional y nuestra corteza prefrontal se desconecta, hay poco que hacer. Sin embargo, si nos conocemos lo suficiente, sabremos cuál es nuestro punto de no retorno. De esta forma, cuando notemos que comenzamos a ponernos nerviosos o a enfadarnos, podemos hacer un alto para que la situación no se nos escape de las manos.

3. Aprieta el botón de pausa. Cuando estás a punto de estallar, lo más recomendable es apretar el botón de pausa. Abandona durante unos instantes la interacción y céntrate en ti. Existen diferentes formas para retomar el control. Se trata de encontrar la más eficaz para ti. Por ejemplo, hay personas que pueden solucionar este problema con técnicas de respiración, a otras les resulta más útil contar hasta 10 o hasta 20. Otra alternativa consiste en recurrir a la visualización, imaginar durante unos segundos que estás en un lugar que te reporta paz y tranquilidad, donde te sientes a gusto contigo mismo. 

4. Conviértete en un observador. Se trata de un punto clave para crear un poco de distancia entre nosotros y nuestra tormenta de pensamientos y sentimientos. Imagina que eres un observador externo que está ante la escena. ¿Qué creería de lo que está sucediendo? ¿Qué pensaría de tu actitud? ¿Cómo resolvería esa situación? Cuando logras establecer una distancia emocional, retomas el control y te resulta más fácil encontrar una solución al conflicto.

5. Cambia la perspectiva sobre tu interlocutor. Cuando estamos a punto de sufrir una inundación emocional, lo único que vemos de nuestro interlocutor es su rigidez, ira, frustración… Comenzamos a analizar la situación solo desde nuestra perspectiva, solo somos capaces de ver un cuadro negativo, al cual reaccionamos enfadándonos. Sin embargo, esa persona que tenemos delante, que probablemente conocemos muy bien, también puede ser una pareja cariñosa, una madre dedicada o un hijo solícito. Se trata de dar un paso atrás para ver el cuadro en su justa perspectiva, desarrollando una visión más equilibrada de esa persona que tenemos delante.

martes, 2 de febrero de 2016

Curiosidades: La terapia electroconvulsiva o el electroshock: pasado, presente y futuro


 
 
 
La terapia electroconvulsiva (TEC), utilizada desde los años ‘30, estaba considerada como un procedimiento atroz y muy peligroso. De hecho, los pacientes, durante y después del tratamiento, solían sufrir fracturas óseas, arritmias cardíacas y convulsiones, debido a la falta de sedación y la ausencia de anestesia. No obstante, hoy por hoy, siempre bajo anestesia, la TEC es un tratamiento bastante efectivo para tratar, además de la depresión, el trastorno bipolar y otras patologías refractarias al tratamiento psicotrópico.

El origen del electroshock se remonta a las ideas del psiquiatra Ladislau Joseph von Meduna, quien afirmaba que la esquizofrenia y la epilepsia eran entidades antagónicas. Así, si los ataques epileptiformes generaban mejorías en los esquizofrénicos ¿por qué no inducirlos artificialmente? En el año 1927 Von Meduna utilizó el alcanfor con éxito en un paciente esquizofrénico con estupor catatónico, desde hacía cuatro años.

El éxito terapéutico de Von Meduna motivó a Ugo Cerletti a buscar un estímulo epileptógenico menos penoso para el paciente, de esta manera el primer TEC en humanos se realizó en el año 1938. En ese entonces Cerletti comenzó a utilizar la TEC para aliviar la depresión severa.

Vale aclarar que desde aquel momento hasta que hiciese su aparición la clorpromazina (antipsicótico) en el año 1952; la TEC era una de las técnicas más eficaces en el área psiquiátrica.

¿En qué consiste la TEC?

La TEC, si bien no es una técnica muy complicada, se clasifica como un procedimiento quirúrgico.

Mediante unos electrodos colocados en uno o ambos lados de la cabeza de la persona, se aplica durante unos segundos (si bien la intensidad y tiempo depende de cada caso clínico) una carga eléctrica controlada en el tejido cerebral que provoca una desestructuración en la actividad eléctrica propia del cerebro y da lugar a una convulsión generalizada. La finalidad de este procedimiento se centra en alterar los efectos de los neurotransmisores en el sistema nervioso central, de forma que se afecte la transmisión interneuronal.

Vale puntualizar que la TEC se realiza bajo los efectos de anestesia y los relajantes musculares de forma que la actividad convulsiva no afecte al organismo.

¿Cómo actúa la TEC?

El mecanismo de acción general de la TEC sigue siendo desconocido, si bien muchos especialistas coinciden en el hecho general de que este procedimiento actúa sobre los neurotransmisores variando las conexiones sinápticas establecidas.

No obstante, se conoce que la TEC también posee efectos neuroendocrinos aumentando la liberación de varias hormonas y neuropéptidos como la prolactina, ACTH, cortisol, oxitocina y vasopresina. Y de hecho, el aumento de oxitocina, vasopresina y las neurofisinas se correlaciona significativamente con la mejoría de la depresión.

¿Cómo se establece el número de sesiones y la carga eléctrica?

Normalmente el psiquiatra es quien determina el número y la frecuencia del tratamiento, conociendo que una serie promedio comprende 10 sesiones que generalmente son indicadas tres veces por semana en días alternos.

Existen diversas formas para determinar la dosis necesaria para cada caso; si bien como regla general el tratamiento inicia con una dosis eléctrica muy baja que se irá incrementando hasta conseguir la convulsión adecuada que se determina mediante la lectura del EEG. A partir de este punto, la dosis se mantiene o se incrementa gradualmente, siempre usando el criterio del trazado electroencefalográfico.

Otro método hace referencia a la edad de la persona. Se inicia el tratamiento con la mitad de la edad del paciente y luego se va incrementando la dosis conforme avanza el procedimiento.

¿Cuáles son los efectos secundarios de la TEC?

Los efectos secundarios más comunes son: una leve confusión y dolor de cabeza después de la TEC. Estos problemas se vinculan generalmente con el espasmo muscular asociado al estímulo convulsivo ya que aunque se usen relajantes musculares, el estímulo eléctrico aplicado en la zona temporal produce despolarización de los nervios que inervan los músculos mandibulares y la contracción resultante contribuye a generar cefalea de topografía temporoparietal.

También puede mencionarse que en el período inmediatamente posterior a la aplicación de la TEC, son frecuentes las alteraciones del ritmo cardíaco, en forma de bradiarritmias (en un 30% de las personas), taquicardia y extrasístoles. Esto se debe a que el estímulo eléctrico cerebral produce una activación enérgica del sistema nervioso autónomo. No obstante, generalmente estos trastornos se resuelven espontáneamente en pocos minutos.

Por supuesto, la intensidad de estos efectos depende de la susceptibilidad de la persona expuesta a la TEC, de su estado de salud previo, de la técnica utilizada (unilateral o bilateral) y del número y la frecuencia de las sesiones aplicadas.

Dentro de las complicaciones poco frecuentes se halla la convulsión prolongada (una convulsión adecuada debe durar solamente 25 segundos). No obstante, debe aclararse que las convulsiones espontáneas son rarísimas ya que la TEC aplicada a personas con epilepsia contribuye a prevenir las crisis.

Otro de los efectos que se presenta solo en el 10% de los casos es la excitación o delirio postictal. En este caso se refiere a un cuadro de agitación motora al despertar de la anestesia que puede ser causado por una dosis eléctrica excesiva o por una dosis insuficiente de anestesia o relajante muscular.

No obstante, los efectos colaterales más temidos se refieren a los problemas de índole cognitiva como el déficit de memoria que generalmente se resuelve pasados los primeros 45 minutos después de la TEC pero en ocasiones puede extenderse durante meses. Otros problemas que pueden asociarse a la TEC de carácter más persistente son: la euforia, el déficit de atención y los trastornos conductuales o del pensamiento. Si bien normalmente estas alteraciones desaparecen antes de los seis meses.

¿Existen contraindicaciones para la aplicación de la TEC?

Existen ciertas situaciones de riesgo donde no es aconsejable aplicar la TEC: la presencia de tumores o hemorragias cerebrales, los problemas cardiovasculares recientes, las malformaciones vasculares, el embarazo o problemas relacionados con el suministro de la anestesia general.

¿En qué patologías es más efectiva el uso de la TEC?

La TEC se considera efectiva en personas que sufren de depresión mayor, trastorno bipolar o esquizofrenia. Pero generalmente se recomienda solo cuando los síntomas persisten a pesar del tratamiento psicoterapéutico y farmacológico.

No obstante, existen especialistas que recomiendan la TEC como una medida preventiva en aquellos casos donde existe un alto riesgo de suicidio.

¿Mejora la TEC la calidad de vida?

A pesar de las múltiples controversias de las cuales ha sido y es objeto la TEC, un estudio publicado en la British Journal of Psychiatry y realizado por especialistas de la Wake Forest University donde se analizaron a 77 personas con depresión sometidas a la aplicación de diversas series de TEC, afirma que los mismos mostraban una mayor confianza en el tratamiento, superaron los efectos adversos de la TEC y declaraban sentirse mejor.

No obstante, todo no es tan sencillo. Investigadores del Instituto Psiquiátrico Estatal de Nueva York afirman que las tasas de mejoría no son tan elevadas como se espera. Estos investigadores analizaron un total de 347 personas provenientes de siete hospitales a los cuales se les había suministrado la TEC y se les realizó un seguimiento durante 24 semanas.

En contraste con las tasas de remisión esperadas (del 70 al 90%); en este caso solo se apreció una mejoría que oscilaba entre el 30,3% y el 46,7%. Además, entre los remitentes las tasas de recaídas durante el seguimiento fue del 64,3%. La recaída fue más frecuente se evidenció en personas con depresión psicótica.

Debe aclararse que el estudio realizado por los investigadores de la Wake Forest University solo tomó en consideración un periodo de 2 a 4 semanas después de terminar la TEC mientras que la investigación realizada en el Instituto Psiquiátrico Estatal de Nueva York abarcó no solo un mayor número de casos sino también un periodo mayor de tiempo.

Como puede apreciarse, los resultados de la TEC aún son discutibles y en algunos casos las mejorías no siempre son tan evidentes.