miércoles, 17 de octubre de 2012

Expresar vs reprimir las emociones



Contexto cultural donde operan las emociones
El pensamiento de los últimos siglos ha insistido en el uso de la razón por encima de las emociones. Culturalmente nos hemos educado a guiarnos “racionalmente”, bajo la premisa “pienso, luego existo”, restando importancia a la emoción y su expresión.
El ambiente cultural y social actual apunta a la no expresión emocional, sobre todo aquellas emociones que social y culturalmente han sido etiquetadas – estigmatizadas - como negativas, tales como la rabia, la tristeza, el dolor, o el miedo. Estas emociones han sido catalogadas como una debilidad más que un potencial, en consecuencia hay la tendencia a negarlas, reprimirlas, camuflarlas o apaciguarlas. En este contexto es común escuchar expresiones tales como: “Si te ven triste o llorando van a pensar que eres débil”, “deja el enojo: van a pensar que eres un amargado”, “no te rías tan fuerte: te ves tan vulgar cuando lo haces”, “contrólate, no llores…” “los hombres no lloran”, etc.
De modo que las personas tienden a amoldar su expresión emocional a los cánones socialmente aceptados, lo cual puede implicar reprimir o negar determinadas emociones. Como dice Maickel Malamed: “Parte del manejo emocional tiene que ver con moldes… el hombre piensa, la mujer siente, los hombres no lloran, la tristeza es mala, el miedo es de cobardes… se pierde la emoción en una cuestión moral y la moralidad está en la acción, no en el sentimiento”. Pero nos engañamos al pretender meter las emociones en un molde, y etiquetarlas como buenas o malas, positivas o negativas. Las emociones son, simplemente, expresiones naturales de nosotros mismos que expresan una realidad interna, una necesidad.

Las emociones son un componente fijo de nuestro programa de comportamiento
Como seres humanos no podemos suspender, desconectar o eliminar las emociones de nuestro repertorio de experiencias y  comportamientos. Las emociones no son simplemente una opción dentro de un menú del que podemos escoger alguna de las opciones sugeridas. Por el contrario, representan un componente fijo de nuestro programa de comportamiento. Las emociones son reacciones instintivas - impulsos o disposiciones - para actuar, ante situaciones y circunstancias diversas.
Las emociones nos brindan la dirección que requerimos para actuar en cada situación, al facilitar la toma de conciencia de lo que nuestro organismo está experimentando, al ser éstas expresión fiel de lo que está aconteciendo en nuestra vida interior. En este sentido, las emociones nos dan una referencia acertada de lo que nos sucede en un momento determinado, y la energía adecuada para actuar en cada situación.
Cada una de las emociones son signos que nos ayudan a prepararnos para responder a diferentes situaciones. Así por ejemplo la rabia nos informa que alguien ha traspasado nuestros límites, el dolor nos dice que ha aparecido una herida, el miedo nos comunica nuestra necesidad de seguridad, el placer nos ayuda a tomar conciencia de que nuestras necesidades están satisfechas, la tristeza nos susurra del valor de lo perdido, la frustración nos expresa que tenemos necesidades no atendidas – objetivos no alcanzados -, la impotencia nos habla de la falta de potencial para el cambio, la confusión nos expresa que estamos procesando información contradictoria. Cada emoción tiene su propio mensaje e intensidad.
  1. El control: Una estrategia para gestionar las emociones
Una de las estrategias – estériles e inefectivas – que más utilizamos para lidiar con las emociones con las cuales nos sentimos incómodos, tales como la ira, el miedo, la impotencia, la frustración, la inseguridad, entre otras, es el control. Al respecto comenta Norberto Levy: “Al sentir una emoción que nos disgusta, como el miedo o enfado, queremos controlarla para que desaparezca.  Pero así sólo se intensifica. El camino es ayudarla a madurar”.
Hay muchas maneras de controlar las emociones. Podemos racionalizarlas, reprimirlas, negarlas o simplemente tratar de desconectarlas, en el caso de que nos resulten demasiado amenazantes. Pero el resultado de este “esfuerzo disciplinado” por controlar las emociones, es la insanidad emocional, la pérdida del contacto con el sí mismo, la inautenticidad, la desintegración del alma.

La represión emocional daña nuestra salud psicológica y física
Negar o reprimir “emociones indeseadas” como el miedo, la tristeza o la rabia, no hará que desaparezcan, por más “disciplina y control” que utilicemos. Seguirán presente en nuestras vidas, pero expresándose de otras formas, como rigidez corporal, insomnio, adicciones, falta de espontaneidad, irrupción descontrolada de los rasgos y sentimientos controlados, compulsividad en algunas de nuestras acciones, degradación funcional de la secuencia vital de nuestra comunicación (percepción – sentimiento – expresión).
La emoción es energía que genera nuestro organismo y que por su naturaleza busca expresarse. Ahora la energía, por principio físico, no se destruye sino que se transforma. Así sucede con la emoción cuando la reprimimos evitando que se exprese mediante el llanto, las palabras, la risa, etc..., se transforma en enfermedades como gastritis, problemas digestivos, problemas cardiovasculares, cáncer, entre otras enfermedades; o en insanidad psicológica, como culpa, depresión, ansiedad, etc. Resulta, pues, un esfuerzo inútil tratar de “enterrar las emociones”. Como lo expresa Don Colbert: “Las emociones no mueren. Las enterramos, pero enterramos algo que todavía está vivo”. Agrega Deb Shapiro: “Toda emoción reprimida, negada o ignorada queda encerrada en el cuerpo”.
Cuando reprimimos las emociones negándoles su expresión, el efecto de expresión y movimiento que es inhibido, se encauza hacia adentro. Así por ejemplo, cuando reprimimos la rabia o el miedo, la tensión muscular que debería experimentarse en los músculos orientados hacia el exterior, que intervienen en la respuesta típica de huida o ataque, se direcciona hacia adentro, transfiriendo esa carga a los músculos internos y vísceras. En el largo plazo esa tensión que acompaña a las emociones y que fue inhibida, termina expresándose a través de otras formas como contracciones y rigidez muscular, dolores del cuello y espalda, enfermedades gástricas, dolores de cabeza, entre otros.
Las emociones que no expresas y resuelvas, terminan por manifestarse en alguna parte del cuerpo. 
Esta también el debatido enfoque de las enfermedades psicosomáticas, según el cual los trastornos físicos psicogénicos se desarrollan a causa de sentimientos reprimidos.

Cuanto más fuerte es la represión de una emoción, más fuerte es la explosión emocional
Controlar las emociones es una experiencia ilusoria, con logros muy engañosos. Detrás de la fachada de control que la persona arma, se mantiene un equilibrio muy precario. A pesar de los recursos estereotipados que la persona aprende: modulación de voz, posturas corporales, mirada artificial, gestos faciales encubridores, el controlador sólo logra una transformación transitoria de su conducta externa, pues tarde o temprano las emociones reprimidas emergen redimidas por las necesidades que claman por salir.
En cada una de las expresiones estereotipadas de “serenidad, aplomo y ecuanimidad”, aparecerá también su precariedad expresada en rigidez, compulsividad y mal humor, hasta que “el controlado” irrumpe descontroladamente, ante situaciones imprevistas o de retos.
Por otra parte, cuanto más fuerte sea la represión de la emoción, más potente y explosiva será la expresión y liberación de esa emoción en algún momento de la vida. A la larga las emociones reprimidas terminan teniendo una expresión que va más allá de la respuesta normal. Dice Don Colbert: “Las emociones que quedan atrapadas dentro de la persona buscan resolución y expresión. Esto forma parte de la naturaleza de las emociones, porque deben sentirse y expresarse. Si nos negamos a dejar que salgan a la luz, las emociones se esforzaran por lograrlo. La mente inconsciente tiene que trabajar más y más para poder mantenerlas bajo el velo que las esconde”.
Las emociones que mantenemos reprimidas terminan por escaparse de la mente inconsciente.
  1. La expresión: Una estrategia ecológica de gestión de las emociones
La clave para lograr efectividad en el manejo y gestión de las emociones no es negarlas o controlarlas, sino permitir que fluyan, lo cual no quiere decir que si, por ejemplo, estas enojado (a) con tu cónyuge, des rienda suelta a tu enojo y le lastimes, o traspases sus límites y derechos, sino más bien dejar que tu emoción te informe que está pasando contigo, para luego decidir cómo atenderla de la manera más segura y productiva. La idea implícita es la del “judo emocional”, lo cual consiste en ver la emoción como una fuerza que busca expresar una necesidad del organismo y tratar de absorber la energía o fuerza (fluir con lo que está sintiendo – adquirir plena conciencia) y ayudarla (no bloquearla, controlarla) para que complete su movimiento, utilizando su fuerza para que continúe su camino, en vez de bloquearla, causando que nos tumbe o agobie. Por otra parte, liberar la energía que generalmente usamos para reprimir las emociones producirá un enorme flujo de vitalidad que se manifestará en forma de relajamiento, creatividad, satisfacción y poder personal.
Hay tres metáforas que pueden servir para ilustrar el manejo de las emociones. Una es comparar  la emoción con un pozo de agua contenida, represada, sin movimiento, lo cual equivale a controlar / reprimir las emociones. ¿Qué pasa con el agua en tales condiciones? Naturalmente se pudre, pierde vitalidad. La segunda metáfora es la de un tsunami, cuya violencia de agua, arrasa con todo a su paso,  causando muerte y devastación, lo cual equivale a dar rienda suelta a nuestras emociones sin medir consecuencias, de tal forma que nos convertimos en sirvientes de nuestras emociones, lastimando a otros y a nosotros mismos y saturándonos de conflictos interpersonales.  La tercera metáfora es la de una represa hidroeléctrica, que permite que el agua fluya, pero a la vez sea canalizada para fines productivos. Esta es la imagen que quiero dejar fresca al hablar de judo emocional.

jueves, 11 de octubre de 2012

Manifiesto del Colegio Oficial de Psicología de Andalucía Occidental con motivo del Día Mundial de la Salud

     


Con motivo del Día Mundial de la Salud Mental queremos ocupar por unos instantes la calle, el espacio público por excelencia, para hacer visible una preocupación y una propuesta que cuenta con el compromiso de una profesión cada vez más reconocida y útil para la sociedad.

      El elemento fundamental de la atención sanitaria en su conjunto, es decir, con relación a todos los aspectos que tienen influencia en la salud y el bienestar de las personas, son los PROFESIONALES.

      En el ámbito de la salud mental toma especial relevancia esta consideración y uno de los perfiles profesionales más desarrollado es el que deriva de la PSICOLOGIA en general, y de la PSICOLOGIA CLINICA en particular. Con una defensa sin concesiones del trabajo en equipo multidisciplinar.

      En la actualidad, asistimos a una situación social devastadora y compleja, con un aumento astronómico del desempleo, un incremento angustiante de la pobreza, un constante goteo de mensajes amenazadores y una perspectiva a medio plazo que no permite vislumbrar un futuro esperanzador a muchas personas.

      Esto tiene un efecto directo en la salud mental de la población.

      Aparecen perturbaciones, trastornos, problemas que sin poder identificarse como trastornos mentales graves o incapacitantes en su totalidad menguan el rendimiento y las habilidades de los afectados. Reducen su calidad de vida y ponen en peligro su bienestar y el de sus allegados.

      La atención psicológica en los dispositivos de atención primaria, ya sea en salud o en los servicios sociales, incide de manera directa y positivamente en esas situaciones, pero con las políticas restrictivas que la crisis impone, no es posible, en muchas ocasiones, abordar con suficiente intensidad las problemáticas que aparecen.

      El gasto público en salud mental es importante, por lo que las propuestas psicológicas, que inciden en los hábitos saludables, las conductas seguras y la motivación para la salud en función del estilo de vida, aparte de sus beneficios directos sobre los protagonistas permiten un ahorro en los presupuestos generales nada desdeñable.

      Debemos hacer un esfuerzo por conseguir un sistema más sostenible, con recursos de la máxima calidad y mejor aprovechados, mejor distribuidos, haciendo que esta sociedad sea más justa.

      Queremos transmitir, mientras nos sumamos a las recomendaciones de los organismos internacionales, la importancia de la atención a la salud mental y la repercusión global que esa decisión tiene sobre la ciudadanía y sobre el desarrollo económico.

      Por último, y no por eso menos importante, queremos destacar las cualidades de los enfoques psicológicos rigurosos que plantean, en clave positiva, estrategias para el máximo desarrollo de nuestras mentes.

      En este sentido, queremos citar una referencia, entre muchas de las que están aflorando en este enfoque sólido de la psicología positiva. Hans Henrik Knopp, presidente de la Red Europea de Psicología Positiva, lanza un mensaje de futuro:

      Especialmente en el terreno de la educación, que entendemos de manera permanente, debemos desarrollar enfoques positivos, basados en las fortalezas de las personas.