viernes, 4 de diciembre de 2015

Onicofagia: comerse las uñas, 7 pasos para eliminar ese hábito



 
¿Te muerdes las uñas? Si es así, no estás solo, comerse las uñas es un hábito bastante común. La onicofagia, que es el nombre que se le da a este acto, es mucho más usual de lo que podrías imaginar ya que afecta al 45% de los niños y a un 10% de los adultos.

Sin embargo, el problema de comerse las uñas no es meramente estético. Por ejemplo, se ha apreciado que los niños que padecen onicofagia tienen más dificultades para desarrollar sus habilidades sociales. También se conoce que el mordisqueo continuo provoca microtraumatismos que dañan el lecho ungueal y terminan afectando el crecimiento normal de la uña. Además, generan dolor e inflamación en el dedo, a la vez que aumentan las probabilidades de contraer hongos.

La onicofagia también puede provocar desgaste en los dientes y, cuando se mantiene a lo largo del tiempo, incluso puede dar lugar a una mala oclusión de los dientes anteriores. Además, cuando la persona no solo se muerde las uñas sino que también las ingiere, existe el riesgo de destrucción alveolar y de sufrir daños en el aparato digestivo.

Comerse las uñas también tiene consecuencias a nivel psicológico. Esta persona no solo experimenta un fuerte sentimiento de culpa sino que a menudo piensa que no es capaz de controlar sus impulsos, como resultado, su autoestima se afecta y pierde la confianza en sí misma.

El principal problema es que el deseo de dejar de comerse las uñas provoca más tensión y ansiedad, agravando así el cuadro. De hecho, se ha podido apreciar que la onicofagia es más común cuando la persona atraviesa por situaciones de estrés, nerviosismo o insatisfacción.

¿Cómo dejar de comerse las uñas?
Ante todo, es importante que comprendas que comerse las uñas es un hábito, y un hábito no es más que un comportamiento aprendido. De hecho, algunos niños comienzan a morderse las uñas para imitar a alguien.

En otros casos, el hábito empieza de manera inconsciente, ya sea porque la persona estaba aburrida o porque se sentía nerviosa. En ese momento, comerse las uñas se convierte en una válvula de escape, el cerebro asocia ese comportamiento con algo positivo, que permite liberar la ansiedad y por eso, la persona continúa mordiéndose las uñas.

Por supuesto, existen diferentes tipos de hábitos. En vez de hacer referencia a hábitos “positivos” y “negativos”, es mejor hablar de hábitos funcionales, que nos ayudan a desenvolvernos mejor en nuestro día a día, y hábitos disfuncionales o desadaptativos, que nos causan problemas. 

Obviamente, comerse las uñas se puede convertir en una patología, puede dar lugar a una dependencia patológica que la persona no puede manejar y que limita su vida. En esos casos, es muy difícil abandonar ese hábito sin la ayuda de un profesional que vaya guiando tus pasos. Sin embargo, si se trata de un hábito que aún no ha adquirido estas proporciones, es probable que puedas eliminarlo siguiendo estos pasos.

1. Propóntelo de verdad

Puede parecer una verdad de perogrullo pero hay personas a las que el hábito de comerse las uñas no les provoca una molestia real. En esos casos, no existe un compromiso con el cambio porque no se experimenta una necesidad urgente de eliminar ese hábito. De hecho, en algunos casos comerse las uñas puede reportar un alivio de la ansiedad tal que, al colocarlo en una balanza, la persona prefiere continuar manteniendo ese hábito en vez de esforzarse por eliminarlo. Por supuesto, ese mecanismo no siempre se hace consciente, por lo que es importante que escudriñes dentro de ti y te preguntes si realmente quieres dejar de comerte las uñas. Si es así, debes asumir un compromiso contigo mismo.

2. No intentes evitar el deseo de comerte las uñas

A primera vista puede parecer un contrasentido pero intentar suprimir el deseo de comerse las uñas simplemente no funciona. Cuando intentamos suprimir una sensación o un pensamiento de nuestra mente, se activa un proceso de autovigilancia que nos lleva a pensar aún más en la idea que queremos apartar, es lo que se conoce como “efecto rebote”. Por tanto, no te focalices en eliminar el deseo de morderte las uñas, en su lugar, busca un “hábito sustituto”.

3. Crea un nuevo hábito

La forma más sencilla y fácil de modificar un hábito es colocar en su lugar uno nuevo, que sea más productivo y funcional. Por ejemplo, si quieres eliminar ese bocadillo que comes a mitad de mañana, debes apostar en su lugar por comerte una manzana o por hacer una pequeña caminata. Sin embargo, si solo eliminas el bocadillo y no creas un hábito más saludable en su lugar, muy pronto volverás a la vieja costumbre. Obviamente, elegir un hábito saludable es fácil, lo difícil es ponerlo en práctica.

En este sentido, puedes usar uno de los ejercicios más eficaces que propone la PNL para cambiar hábitos y que se denomina “swish”. Básicamente, se trata de que imagines que estás a punto de comerte las uñas. Mira esa escena en primera persona y concéntrate en las sensaciones que experimentas justo cuando estás a punto de llevarte las uñas a la boca. Después, cambia la escena, imagina que estás haciendo otra cosa, como meter las manos en los bolsillos, y mírate desde fuera, como un espectador externo. Imagina que estás tranquilo y sereno, que tienes el control.

Repite este ejercicio varias veces y, mientras cambias la imagen, haz un pequeño sonido: “swish”. Ese sonido te servirá en otras ocasiones como conexión, para que logres calmarte cuando estás a punto de comerte las uñas. En práctica, se trata de crear una conexión automática con un estado de bienestar, de manera que no cedas a la compulsión.

4. Usa señales visuales

Un estudio realizado en el Instituto Tecnológico de Israel demostró que las señales visuales son muy útiles para dejar de comerse las uñas. Estos psicólogos trabajaron con 80 personas que padecían onicofagia. La mitad de ellas fue sometida a una terapia aversiva tradicional, mientras que la otra mitad utilizó recuerdos visuales no removibles. Al cabo de cinco meses se pudo apreciar que las personas que usaban las señales visuales obtenían mejores resultados.

Este método es particularmente eficaz para quienes se comen las uñas de manera automática, sin darse cuenta, pero tienen un buen autocontrol. De hecho, se trata de buscar una señal visual que nos recuerde que no debemos mordernos las uñas. Puede ser pintarse las uñas de un color intenso o incluso llevar un brazalete. La idea es que cuando estés a punto de llevarte las uñas a la boca, veas la señal de advertencia e interrumpas ese gesto de manera consciente.

5. Rompe la estructura

Una técnica muy eficaz para dejar de comerse las uñas es hacerlo de forma sistemática. Se trata de un método propio de la Psicología Inversa en el cual, el objetivo es precisamente, morderse las uñas. 

En práctica, puedes darte vía libre, con la condición de que te muerdas las uñas siguiendo un orden, primero el dedo meñique, luego el anular y así sucesivamente. Cuando lo hagas, te resultará muy extraño. De hecho, mientras más raro sea, mejor, porque se trata de insertar un orden en un hábito que no es estructurado. De esta forma, es como si introdujeras una bomba dentro del hábito, para que explote desde el interior.

Debes repetirlo varias veces, hasta que llegue un momento en que te resulte tan extraño, que llega a ser desagradable. La mayoría de las personas abandona el hábito rápidamente, por lo que se trata de una técnica muy eficaz. No obstante, si después de un tiempo prudencial (dos semanas) notas que no funciona, es mejor que la abandones y optes por otra estrategia.

6. Presta atención al contexto

La onicofagia se alimenta de la ansiedad y el desequilibrio emocional. Por eso, es importante que además de poner en práctica diferentes técnicas que te permitan controlar ese hábito, también trabajes en tu contexto. Si logras eliminar algunos de los estresores cotidianos, estarás allanando el camino. De hecho, a menudo las cosas que más nos estresan no son los grandes problemas sino las pequeñas preocupaciones cotidianas. Aprender técnicas de relajación y afrontamiento del estrés no solo será beneficioso para dejar de comerse las uñas sino también para mejorar tu calidad de vida.

Además, es conveniente que le prestes atención a los estímulos que suelen disparar ese hábito. A menudo las personas se muerden las uñas cuando están delante del televisor, mientras leen o justo antes de hacer una presentación. Debes prestarle atención al contexto ya que encontrarás señales que disparan el hábito, en esos casos, es conveniente evitar esos estímulos.

7. Monitoriza los progresos y felicítate

A menudo la onicofagia es un problema asociado al perfeccionismo. Muchas de las personas que se comen las uñas se someten a sí mismas a un gran estrés porque quieren obtener resultados impecables. Estas personas suelen mantener un diálogo muy negativo consigo mismas, un diálogo interior marcado por los reproches. Sin embargo, si quieres lograr cambios positivos en tu vida, más que blandir el látigo contra ti mismo, es mejor que aprendas a recompensarte y sentirte satisfecho con tus logros, por pequeños que sean.

Al intentar cambiar un hábito, habrá momentos en que pierdas la motivación, por eso es importante que monitorices tus progresos. Una estrategia muy sencilla consiste en tomar fotos de tus manos, para que puedas ir notando los progresos. De esta forma, podrás apreciar los cambios después de una semana o de 15 días. Entonces, felicítate por lo que has logrado y date un pequeño capricho. Recuerda que el niño que llevas dentro también necesita palabras de apoyo y palmaditas en la espalda.

jueves, 26 de noviembre de 2015

Ejercicios de respiración para relajarse en 10 minutos




 


La respiración es uno de esos procesos que realizamos de forma completamente automática, sin prestarle atención. Sin embargo, se trata de una función que podemos controlar y que tiene un impacto enorme sobre nuestro metabolismo y psiquis. De hecho, cuando respiramos profundamente, de forma acompasada, podemos regular el ritmo cardíaco, disminuir la presión arterial y promover una sensación de calma y bienestar que disminuya la ansiedad y el estrés. 

Sin embargo, respirar bien no es tan fácil como parece, sobre todo porque llevamos años respirando mal. La mayoría de nosotros respiramos de forma superficial, no tomamos demasiado aire y lo expulsamos inmediatamente. Lo bueno es que podemos aprender a respirar mejor con sencillas técnicas de respiración que puedes aplicar en cualquier lugar, para reencontrar la calma cada vez que lo necesites.

1. Respiración equitativa
Es una técnica sencilla pero muy eficaz para calmar la mente, aumentar la concentración, oxigenar el cuerpo y fortalecer los músculos involucrados en la respiración. 

¿Cómo se hace? Para empezar, siéntate con la espalda erguida y cierra los ojos. Respira profundamente durante un par de minutos, sin preocuparte por la técnica. Luego, inspira contando mentalmente hasta 3, retén el aire en los pulmones contando hasta 3, espira contando siempre hasta 3 y mantén los pulmones vacíos contando hasta 3. Lo más importante es mantener el mismo tiempo para las cuatro fases, por lo que si al inicio no puedes llegar hasta tres, hazlo solo hasta dos, poco a poco podrás ir aumentando el tiempo, pero sin forzarte demasiado.

¿Cuándo funciona mejor? En cualquier momento y en cualquier lugar, aunque es una técnica muy eficaz antes de acostarse. De hecho, si tienes problemas para dormir, se trata de un ejercicio de relajación perfecto ya que el clásico truco de contar ovejas podría distraerte demasiado de tu objetivo.

2. Respiración abdominal o diafragmática
Este ejercicio de respiración se basa en el movimiento del diafragma, que al bajar hacia el vientre succiona aire a los pulmones y al subir expulsa el aire hacia estos. De hecho, se denomina respiración abdominal porque cuando el diafragma baja, empuja los órganos del abdomen y este se hincha. Esta técnica de respiración estimula la oxigenación de la sangre, masajea los músculos abdominales, ayuda al tránsito intestinal y es muy relajante. 

¿Cómo se hace? Acuéstate boca arriba y coloca una mano en el pecho y la otra sobre el vientre. Expulsa el aire dando pequeños suspiros, para eliminar el aire residual de los pulmones. Ahora inspira profundamente por la nariz, llevando el aire hacia el abdomen, como si quisieras empujar la mano que has colocado sobre este. Retén el aire durante unos segundos y luego expúlsalo relajando el vientre, sentirás como tu mano baja. Quédate unos segundos con los pulmones vacíos, sintiendo cómo te relajas, y cuando sientas nuevamente el impulso de inspirar, hazlo profunda y lentamente. La meta de la respiración diafragmática es hacer 10 respiraciones lentas profundas por minuto, durante 10 minutos cada día.

¿Cuándo funciona mejor? Este ejercicio de respiración es muy eficaz para lidiar con las situaciones estresantes ya que cuando tengas práctica, no necesitarás estar acostado, puedes hacerlo sentado o incluso de pie.

3. Respiración alterna equilibrante
Este ejercicio de respiración es ideal para generar un estado de calma y bienestar. También equilibra ambos hemisferios del cerebro, nos libera de las tensiones cotidianas, alivia la fatiga y desbloquea la energía de los canales energéticos del cuerpo. 

¿Cómo se hace? Siéntate con la columna recta y los hombros relajados. Coloca la punta del dedo índice y del dedo del medio de tu mano derecha entre las cejas, el dedo anular y el meñique en la fosa nasal izquierda, y el pulgar, en la fosa nasal derecha. El anular y el meñique se usan para abrir o cerrar la fosa nasal izquierda y el pulgar para la fosa nasal derecha. Presiona el pulgar sobre la fosa nasal derecha y exhala suavemente a través de la fosa nasal izquierda. Ahora respira por la fosa nasal izquierda y luego presiona suavemente la misma con los dedos anular y meñique. Retira el pulgar derecho de la fosa nasal derecha y exhala por esta. Inhala desde la fosa nasal derecha y exhala desde la izquierda. Así habrás completado una ronda completa. Ahora continúa inhalando y exhalando alternando las fosas nasales. Lo ideal es que completes nueve rondas. 

¿Cuándo mejor funciona? Cuando necesitas una dosis extra de energía, por lo que no se recomienda su práctica antes de acostarte. De hecho se trata de una técnica para desbloquear la energía y aumentar el nivel de concentración y actividad.

Un ejemplo de cómo realizar este tipo de respiración lo puedes encontrar en: www.youtube.com/watch?v=wbKTWoq23hM

martes, 13 de octubre de 2015

Trastorno de dependencia, chantajistas emocionales: ¿Cómo identificarlos?



 
Hay personas que nos transmiten muy buenas vibraciones y nos llenan con su optimismo para alegrarnos el día. Sin embargo, hay otras que nos desgastan a golpe de pesimismo, inmadurez o egoísmo. Se trata de chantajistas emocionales, personas dependientes que extraen nuestra energía vital y la usan para alimentar su negatividad.

El problema radica en que los dependientes emocionales no solo nos provocan una molestia momentánea sino que, a fuerza de relacionarnos con ellos día tras día, nos provocan un gran estrés y desgaste, no solo a nivel emocional sino incluso físico. De hecho, no podemos olvidar que las emociones son contagiosas y que los estados emocionales negativos mantenidos a lo largo del tiempo pueden dar pie a numerosas enfermedades. Por eso, el primer paso para lidiar con los dependientes emocionales, consiste en aprender a distinguirlos.

Tipos de Personalidades Dependientes Emocionales

Las personas que se alimentan de la energía de los demás suelen recurrir a la manipulación emocional para lograr sus objetivos. Se acercan al otro solo para extraer su energía y vaciar su carga de negatividad, una vez que lo logran, van a por su siguiente víctima sin sentir pena ni remordimientos. Y es que estas personas tienen muy poca empatía, son extremadamente egoístas y no son capaces de ponerse ni por un segundo en el lugar del otro. 

No obstante, existen diferentes tipos de personalidades dependientes emocionales, todos no operan de la misma manera:

1. Los Pesimistas. Se trata de la típica persona que ve el mundo de color gris, para ella todo es negativo y hacerle ver que en realidad no es así es una misión imposible ya que siempre tiene a mano un argumento para demostrar que su vida y el mundo no merecen la pena. Si mantenemos una relación prolongada con esta persona puede terminar haciéndonos adoptar su perspectiva negativa y pesimista, robándonos nuestras ganas de vivir y esperanzas.

2. Los Catastrofistas. Esta persona va más allá del pesimismo, para ella cualquier hecho adquiere proporciones negativas colosales. Su conversación gira exclusivamente sobre las catástrofes y desgracias que han ocurrido o pueden ocurrir, incluso si son bastante improbables. Para esta persona vivir significa enfrentar una larga cadena de peligros inminentes por lo que apenas diez minutos de conversación termina agotándonos y solo sirve para contagiarnos esa visión distorsionada del mundo.

3. Los Quejicas. Se trata de la típica persona que se queja por todo, se queja cuando llueve y cuando hay sol también, cuando su economía va mal y cuando va bien. En ella nunca encontrarás apoyo porque cualquier problema que tengas, siempre será infinitamente menor que el suyo. De hecho, te usa como un paño de lágrimas pero nunca está dispuesta a escucharte cuando lo necesitas. Es probable que un día te acerques a ella con un problema pero termines consolándola porque se le ha secado la hierba del jardín.

4. Los Criticones. Esta persona siempre tiene algo que objetar a todo lo que dices pero no lo hace con buenas intenciones sino tan solo para despertar en ti un sentimiento de inferioridad, aunque siempre afirma que lo hace “por tu bien”. Pasar un día con esta persona implica escuchar un rosario interminable de críticas porque nada le parece bien, desde la cena hasta la película, sin olvidar tu comportamiento. Su rigidez a la hora de valorar cualquier cosa es simplemente irritante y agotadora.

5. Los Sarcásticos. Esta persona se esconde detrás de una broma para lanzar su dardo envenenado. A primera vista sus palabras pueden resultar chistosas pero en realidad encierran un comentario sarcástico y hasta cruel pero la trampa radica en que no puedes ofenderte porque “se trata solo de una broma”. Su principal objetivo es minar tu autoestima lanzando una serie de comentarios irónicos que terminan golpeando donde más duele. Relacionarse con este tipo de personas es como estar continuamente en una batalla, a la espera del próximo golpe.

6. Los Agresivos. En este caso, la persona reacciona de manera desproporcionada y violenta ante el menor estímulo. Cualquier palabra o el más mínimo gesto pueden provocar una tormenta por lo que sientes que estás caminando continuamente sobre la cuerda floja. Al verte obligado a medir cada frase y calibrar cada gesto, relacionarte con ella es profundamente agotador. 

7. Los Indefensos. Se trata del dependiente emocional más difícil de reconocer ya que no resulta agresivo, al contrario, necesita constantemente que le ayuden porque no es capaz de valerse por sí mismo. Sientes tanta pena que te pones a tu disposición pero llega el punto en el que sus problemas han consumido todas tus energías. Se trata de una persona que roba tu tiempo, invade tu espacio y daña tus relaciones interpersonales pero cuando le necesitas, se olvida completamente de ti.

¿Cómo actúan las personas dependientes a nivel emocional?

Para ejercer su poder, los dependientes emocionales necesitan dos condiciones esenciales: cercanía y tiempo. Es decir, necesitan establecer determinados lazos emocionales con la persona para conocer sus puntos débiles y poder guiarla por sus derroteros. Por eso los dependientes emocionales más dañinos son los que se encuentran en nuestro entorno más cercano, como los familiares, amigos o incluso la pareja. Además, mientras más cercanos y más estrecha sea la relación, más difícil nos resultará descubrirlos y más daño nos causarán.

A menudo estas personas humillan o ningunean a su víctima pero siempre tienen una excusa o una coartada a mano para explicar su propia versión de los hechos y hacerse pasar por buena gente. De hecho, ante los ojos de los demás incluso pueden adoptar el rol de víctimas, cuando en realidad son el verdugo.

No obstante, vale aclarar que en muchos casos este patrón de comportamiento no es consciente. Es decir, el dependiente emocional se comporta así de manera automática, sin pensar demasiado en las consecuencias de sus actos, porque es la única forma de relacionarse que conoce, un estilo relacional que quizás aprendió de sus padres o que desarrolló como un mecanismo de defensa a partir de situaciones traumáticas que vivió en el pasado.

Obviamente, el hecho de que no sean plenamente conscientes de que te están robando la energía no es razón para que dejes que continúen operando impunemente. Por eso, si rehúyes a una persona sin saber muy bien por que, si te cuesta devolver una llamada o si la sola idea de encontrar a alguien ya te resulta agotadora, es probable que te encuentres ante un dependiente o chantajista emocional. Activa tu radar y no caigas en su tela de araña.

miércoles, 30 de septiembre de 2015

¿Cómo encontrar tu profesión? Elige un estilo de vida, no un trabajo.





Uno de los motivos más comunes por el que las personas se sienten insatisfechas con su profesión es porque han elegido mal la carrera. Según el economista Neil Howe, solo el 5% de las personas elige bien al primer intento. A estas personas les llama “arrancadores rápidos” porque se han apresurado demasiado al elegir, y les describe como menos creativos y más apegados a los convencionalismos. De hecho, el principal error en el momento de elegir una carrera es no escuchar tu voz interior, elegir basándote exclusivamente en las expectativas sociales.

¿Cuál es el secreto para elegir una profesión que realmente te llene?

Elegir un estilo de vida, no una mera profesión. No se trata de lo que quieres estudiar, sino de la persona que quieres ser. Antes de elegir una carrera, deberías conocer a profesionales del sector que se desenvuelvan en diferentes contextos para que descubras cuál es su estilo de vida. Luego, pregúntate si esa es la vida que quieres para ti. 

No obstante, no cometas el error de fijarte solo en el resultado final, en el éxito alcanzado, porque a menudo detrás de esa “vida cómoda” se esconden años de sacrificios. Fíjate en el camino recorrido y pregúntate si estarías dispuesto a seguir sus pasos, sobre todo teniendo en cuenta que a veces lo más importante no es lo que logras, sino la persona en la que te conviertes mientras lo intentas.

Cinco preguntas para encontrar la carrera perfecta para ti

1. ¿Qué se te da bien?

Se trata simplemente de seguir tu pasión. Si amas tu profesión, no tendrás que trabajar ni un solo día de tu vida. Cuando algo te apasiona realmente, te entregas en cuerpo y alma, por lo que ningún obstáculo será lo suficientemente grande como para interponerse en tu camino. 

El problema es que, en el momento de elegir una carrera, muchos jóvenes no tienen una pasión clara, se sienten perdidos en una especie de “laberinto de pasiones”. En ese caso, es normal que el miedo a equivocarte o a no hacer las cosas bien te paralice. En otros casos, sus aspiraciones son demasiado amplias y difíciles de concretar.

Tanto en un caso como en otro, un buen punto de partida es centrarte en las cosas que te gustan y que se te dan bien. ¿Quieres ser el próximo Sigmund Freud? Investiga qué se necesita para ser un buen psicólogo. Haz un “inventario de habilidades” que se convierta en una lista de verificación.

¿Eres empático con las personas? ¿Puedes lidiar con los problemas ajenos sin que estos afecten tu equilibrio emocional? ¿Te gusta leer mucho? ¿Sientes curiosidad por el funcionamiento del cerebro humano? ¿Te gusta ayudar a las personas? Si las respuestas son positivas, podrías valorar la Psicología.

2. ¿Dónde quieres vivir?

Hace años, antes de la crisis económica, esta pregunta no era tan importante pero ahora es trascendental. De hecho, no es casualidad que muchos jóvenes estén emigrando hacia otros países en busca de mejores oportunidades profesionales.

Por eso, es fundamental que antes de elegir una profesión, valores el mercado laboral de tu país. ¿Esa profesión tiene futuro o te verás obligado a emigrar para encontrar el trabajo de tus sueños? Algunas profesiones también pueden obligarte a viajar con frecuencia. ¿Estás dispuesto a hacerlo o prefieres echar raíces?

Este discurso también se aplica a los años de estudio. ¿Estás dispuesto a irte a otra ciudad para estudiar en una universidad más prestigiosa o prefieres quedarte en casa? Ahora existen carreras que se pueden estudiar completamente online, como el Grado de Psicología de la Universidad Isabel I, que permiten ahorrar y, a la vez, compaginar tu vida cotidiana con los estudios. En ese caso, debes preguntarte si tienes la fuerza de voluntad necesaria como para seguir los cursos durante cuatro años.

3. ¿En qué entornos te sientes a gusto?

Nadie es una isla completa en sí mismo, el trabajo implica que debes relacionarte con otras personas, en diferentes entornos. Y dado que la Inteligencia Emocional es una competencia clave para tener éxito a nivel profesional, es importante que no solo te preguntes qué te apasiona sino también en qué entornos te sientes a gusto, ya que de ello dependerá tu eficacia. 

¿Cuál es el entorno que mejor se adapta a tu personalidad? ¿Qué necesitas para ser productivo y dar lo mejor de ti? ¿Te sientes cómodo trabajando rodeado de gente y en contacto directo con el público o prefieres trabajar en grupos pequeños?

Una persona introvertida, por ejemplo, se sentirá más atraída por profesiones que le permitan trabajar sola, como puede ser la programación. Alguien extrovertido estará encantado de trabajar con el público y disfrutará del trabajo en equipo.

4. ¿Te centras en la prevención o la promoción?

Estar motivados es un aspecto esencial para sentirse satisfechos con una profesión. Y aunque la motivación varía mucho de una persona a otra, podemos hacer referencia a dos grandes tipologías: personas centradas en la promoción y personas centradas en la prevención.

Los profesionales centrados en la promoción son emprendedores y creativos, trabajan con rapidez, captan las nuevas oportunidades, asumen riesgos y tienen un pensamiento muy abstracto. Sin embargo, también suelen ser impulsivos y excesivamente optimistas, lo cual les puede llevar a cometer errores. 

Los profesionales centrados en la prevención funcionan de forma opuesta. Prefieren mantener el status quo y trabajan para protegerlo. Estas personas planifican todo en detalle, tienen un pensamiento muy analítico y son fiables y rigurosos. Sin embargo, también son más rígidos, trabajan más despacio y no son propensos a asumir riesgos.

Saber cuál es tu focus dominante te permitirá evaluar mejor las opciones de carreras. Si te centras en la promoción puedes elegir áreas artísticas o en las que los productos y servicios cambien rápidamente, como la informática y la tecnología. Si te centras en la prevención, es mejor que apuestes por profesiones que brinden más seguridad y estabilidad, como el derecho, la contabilidad y la medicina.

5. ¿Qué estilo de vida quieres llevar?

Pasamos muchas horas de nuestra vida trabajando, por lo que la elección de una carrera determinará, inexorablemente, nuestro estilo de vida. Por tanto, es importante que te imagines cómo será tu vida dentro de 5, 10 y 20 años. Cierra tus ojos y visualiza cómo será tu trabajo y qué habrás alcanzado en tu profesión. 

Debes pensar en aspectos como: la cantidad de tiempo que podrías tener a tu disposición para dedicarlo a tu familia, al relax o a tus otras pasiones, el salario que podrías llegar a ganar y lo que este te permitiría construir.

Como se ha demostrado que no somos muy precisos prediciendo cómo nos sentiremos en el futuro, debes intentar ser lo más objetivo posible. Hay muchos jóvenes que han comenzado a estudiar muy entusiasmados para después descubrir que odiaban esa profesión. Por eso, imagina el mejor y el peor escenario posible. Y asegúrate de sentirte cómodo en ambos antes de elegir una carrera.