Cuando pensamos en las obsesiones casi siempre acude a
nuestra mente la imagen de la persona que se lava las manos decenas de veces al
día, que necesita caminar sin pisar las rayas del suelo o que es un maniático
del orden. Sin embargo, esta es la parte más visible de las obsesiones, son
rituales que confieren un poco de calma pero muchas veces ni siquiera son la
parte más preocupante de la situación. De hecho, en muchos casos el verdadero
torbellino ocurre por dentro, en la mente. Y es que los pensamientos
recurrentes pueden llegar a ser muy desgastantes.
Por desgracia, combatir las
obsesiones no es sencillo, no existe una fórmula mágica que borre de un plumazo
esas ideas molestas. De hecho, a menudo ocurre un fenómeno curioso: mientras
más intentamos evitar los pensamientos
indeseados, más se intensifican ya que el sistema de auto vigilancia
que ponemos en práctica es totalmente contraproducente, es como decirle a alguien
que no piense elefantes rosa y le preguntamos, ¿en qué animal estás pensando?.
Por eso, llega un momento en que sentimos que esos pensamientos se adueñan de
nuestra mente y no sabemos cómo detenerlos. ¿Qué hacer?
1. Volver sobre la línea
Una buena estrategia para eliminar las obsesiones consiste
en imaginar que nuestra mente es una línea recta, como si fuese una carretera,
y los pensamientos son un coche que se mueve por esa línea. Cuando tengas una
idea indeseada que te obsesiona, imagina cómo el coche sale de la carretera,
directo a la cuneta y se queda detenido allí por algún tiempo.
Es importante que imagines esta situación con la mayor
cantidad de detalles posibles por lo que quizás tendrás que tomarte tu tiempo.
Después, simplemente retoma tu camino como si no hubiese sucedido nada, notarás
que los pensamientos obsesivos dejan de molestarte. Es probable que al inicio
te resulte difícil imaginar todos los detalles pero con la práctica irás
mejorando y lograrás controlar las obsesiones con mayor rapidez.
2. Detenerse
Otra estrategia, mucho más sencilla, consiste en imaginar
una gran señal de STOP en el camino. Imagina que estás caminando por un
sendero, una vez más, intenta que la imagen sea lo más vívida posible. Intenta
recrear los detalles del camino. En cierto punto, comienzas a divisar una señal
de alto, a medida que te acercas esta va siendo más grande y roja. Sabes que
cuando llegues a ese punto, todos los pensamientos que te molestan tendrán que
detenerse.
Continúas caminando y te detienes cuando llegas a la señal,
sintiendo como todo a tu alrededor está tranquilo. Una vez que te hayas
contagiado de esa serenidad, puedes continuar tu camino, dejando allí los
pensamientos indeseados.
3. Dejar fluir
En esta oportunidad, imagina un río que fluye rápidamente y
se extiende ante tu mirada llevando consigo las hojas de los árboles cercanos.
Visualízate sumergido en el río. No pases a la siguiente fase hasta que no
hayas visualizado bien el río y su entorno, hasta que no sientas que estás allí
realmente. Puedes recrear todos los detalles que necesites para hacer que la
experiencia sea más real.
Ahora retoma los pensamientos que te molestan y de los
cuales quieres liberarte. Imagina que salen de tu interior y se convierten en
una esfera. Siente su textura, tamaño y peso. Toma esa esfera entre tus manos y
colócala en el río, junto a las hojas. Déjala allí y mira cómo la corriente la
arrastra, cada vez más lejos, hasta que la veas desaparecer por completo. Mientras
se pierde en el horizonte, siente cómo te va llenando la sensación de
tranquilidad y paz interior mientras el rio con todas sus sensaciones positivas
fluye a través de ti.
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