La crisis económica y financiera por la que atraviesa España está
afectando ya a la salud mental de los ciudadanos y, especialmente, de las
mujeres con un puesto de trabajo fijo. Ellas son las que tienen una percepción "más
negativa" de su salud, presentan más síntomas y buscan ayuda
profesional con una mayor frecuencia.
La coyuntura actual ha
provocado que uno de cuatro trabajadores sufra de estrés laboral y que las
pérdidas de trabajadores por cuenta ajena y empresarios se pueda cuantificar en
el año 2011, según un informe del Instituto Nacional de Estadística, en torno a
un 9 por ciento del Producto Interior Bruto (PIB).
Actualmente está emergiendo una nueva "psicopatología"
centrada en las distintas formas de estrés en el trabajo y que, además, se ha
sumado a los problemas desadaptativos vinculados a la pérdida del trabajo y al
paro de larga duración.
No obstante, estas patologías no se vinculan con una
determinada clase social, ni con los niveles de renta, sino que pueden afectar
a cualquier persona a lo largo de su vida laboral. Un hecho que obliga a
repensar el significado actual del trabajo de las personas en relación a su
salud y calidad de vida. Sin embargo, sí existe una distinción entre sexos ya
que las mujeres con trabajo, al contrario que los hombres, tienen más riesgo de
padecer una mala salud mental que la que está en el paro.
"El número de casos que llegan a la consulta
como consecuencia de malestares derivados de problemas de estrés en el trabajo
es superior a la de todos los pacientes atendidos por presentar síntomas
psicóticos y muy similar a la suma de los casos derivados por consumo o abuso
de alcohol y por anorexia nerviosa".
En cuanto a las consecuencias sobre la salud de los
conflictos laborales, los expertos las diferencian en dos ejes. Uno que se
relaciona con el sobreesfuerzo laboral continuado y en el que las condiciones
psíquicas del sujeto juegan un papel en el fracaso de su equilibrio psíquico, y
otro en donde es prioritaria la violencia ejercida sobre la persona en su
trabajo y en el que las propias condiciones, por sí mismas, pueden acabar
rompiendo la seguridad y el equilibrio psíquico de las personas expuestas.
Asimismo, en los casos extremos los afectados pueden
llegar al suicidio. "Distintos estudios han establecido un aumento del
índice de conductas suicidas en periodos de recesión económica, por su impacto
sobre el desempleo y empleo precario y, habitualmente, sobre la reducción
generalizada del nivel de protección social".
LOS DESEMPLEADOS SIN DERECHO A PARO TIENEN UN
RIEGO MAYOR
Por otra parte, el riesgo de padecer un problema
psíquico es cinco veces mayor en desempleados sin derecho al desempleo que en
los activos, mientras que en aquellos con derecho a desempleo la relación con
los activos se queda en dos veces mayor.
Además, en el caso de los parados de larga evolución,
se observa un rápido deterioro de la salud percibida, tanto física como mental,
especialmente entre los 3 y los 6 meses, en base a la pérdida brusca de aportes
psicosociales como, por ejemplo, la disponibilidad económica, la seguridad
física, las habilidades laborales, la imposibilidad de predecir y planificar el
futuro y pérdida de estatus social.
No obstante, suele haber una cierta estabilización a
partir de entonces con un pico entre los 7 y 12 meses. Asimismo, pasado un año
se entra en una fase de mayor adaptación y acomodación a la situación con leves
mejorías entre los 12 y los 24 meses. En cuanto al problema del empleo
precario, puede llegar a ser más lesivo en términos de pérdida de bienestar
--psíquico-- que el propio desempleo, como demuestran distintos estudios.
TERAPIAS
Para solucionar estos problemas, los expertos
recomiendan explicar al paciente los límites de la actuación sanitaria y
psicoterapéutica sobre un conflicto real de la vida del paciente, ayudarle a
hacer una valoración e interpretación realista de su situación y a valorar las
posibilidades de actuación frente al conflicto laboral y también sus
alternativas.
También es recomendable ayudar al enfermo a tomar
conciencia del carácter no equidistante del conflicto ya que va a ser mayor
siempre el desgaste sufrido por el individuo-trabajador que el de la
empresa-organización, y a utilizar técnicas específicas que hayan demostrado su
capacidad para ayudarle a afrontar problemas de su vida cotidiana y de su
actividad laboral conflictiva, tales como el entrenamiento en habilidades de
afrontamiento, el entrenamiento en establecimiento y consecución de acuerdos o
la psicoterapia grupal de tiempo predeterminado y objetivos definidos.
Asimismo, se recomienda ayudar a paciente a controlar
mejor los efectos psico-físicos del estrés, mediante entrenamiento en
relajación, a establecer formas de compensación frente al estrés
laboral dentro de su entorno habitual mediante la realización de actividades
físicas relajantes y otras facilitadoras de apoyo emocional por parte de su entorno.
Por último, los expertos abogan por ayudar al enfermo
en la consolidación de respuestas victimistas y no favorecer actitudes
tendentes a la pasividad y a convertir en una forma de beneficio secundario el
apoyo del sistema sanitario, ni tampoco a favorecer medidas ni actitudes de
revancha frente al dolor que se le ha producido.
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