Libertad Digital, 13 de Agosto de
2013 (Daniel Mediavilla). El conocimiento científico y
el avance tecnológico no acabarán con la superstición. Los antibióticos, las
predicciones meteorológicas o las ecografías han mitigado, al menos entre los
habitantes del mundo desarrollado, muchas incertidumbres que durante toda la
historia han aterrado a los humanos. Sin embargo, lo imprevisto sigue
acechando a la vuelta de la esquina. Un día el presidente de tu Gobierno te
promete el pleno empleo y pocos meses después pierdes tu trabajo y el país en
el que vives amenaza quiebra.
Los seres humanos no están bien
equipados para aguantar con estoicismo la incertidumbre y a lo largo de su
evolución se han desarrollado mecanismos para hacerle frente. Según algunos
estudios, la superstición, o su versión institucionalizada, la religión, ha
sido el mecanismo para hacer frente al estrés que supone no saber qué pasará en
el futuro, una hipótesis que ya fue planteada en el siglo XVII por el
filósofo Spinoza. "Los hombres nunca serían supersticiosos si pudieran
gobernar todas sus circunstancias mediante reglas claras o si siempre fueran
favorecidos por la fortuna, pero siendo enfrentados con frecuencia a
circunstancias donde las reglas no tienen uso y siendo mantenidos con
frecuencia fluctuando de manera lamentable entre la esperanza y la inseguridad
de la fortuna, son por consecuencia muy dados a la credulidad", escribía
en su Tratado teológico-político.
Un estudio publicado la semana
pasada en PLoS One abunda en este planteamiento y afirma que la pérdida
de control hace que los humanos seamos más proclives a creer que es posible
predecir el futuro y que creer que predecir el futuro es posible hace que
crezca la sensación de control sobre la propia vida. En este trabajo, realizado
por investigadores de la Universidad de Queensland, en Australia, se recuerdan
otros análisis que muestran que la creencia en fenómenos sobrenaturales y en
particular en la posibilidad de predecir el futuro pueden desarrollarse como
método de defensa frente a sentimientos de amenaza o incertidumbre.
Un artículo de investigadores
británicos, por ejemplo, mostraba que las personas con una sensación de falta
de control sobre sus vidas durante la niñez creían con más frecuencia en la
existencia de fenómenos paranormales.
Nostradamus aumentó sus ventas tras
los ataques del 11S
Otro caso que muestra esta tendencia
es lo sucedido con las ventas del astrólogo del siglo XVI Nostradamus justo
después de los ataques del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York. Entre los
libros sobre los talibanes, el terrorismo islámico o el World Trade Center, en
las semanas posteriores al ataque que derribó las Torres Gemelas se colaron
entre los libros más vendidos en Amazon tres versiones de las profecías del
futurólogo, un individuo que escribía con la suficiente ambigüedad
como para que siglos después se le haya podido atribuir la predicción del
ascenso de Hitler, la aparición del sida o la explosión del transbordador
Challenger.
Los investigadores australianos
trataron de probar su hipótesis con dos grupos de estudiantes. Al
primero le hicieron leer un párrafo de una revista científica en la que se
afirmaba que se había encontrado evidencia de la posibilidad de predecir el
futuro y al segundo otro artículo en la misma revista que refutaba ese supuesto
hallazgo. Posteriormente, se observó que los que habían leído el primer
artículo estaban más de acuerdo con frases como "Controlo mi vida",
"Mi vida está determinada por mis acciones" y "Soy capaz de
vivir mi vida como deseo" que los del grupo que había leído el artículo
negando la precognición.
En un segundo experimento, se
hizo sentir a los participantes que vivían una situación de descontrol.
Después, a un primer grupo se le mostró el artículo que anunciaba que se podía
predecir el futuro y al segundo el que decía que eso no era posible. El primer
grupo percibió una mayor sensación de control cuando leyó el artículo, algo que
no sucedió con el segundo. Por último, los investigadores señalan que la gente
a la que se había elevado la sensación de control sobre sus vidas antes de leer
cualquiera de los dos artículos no mostró variaciones en su percepción de
seguridad. Esto se explicaría, según los autores, porque la credulidad frente a
los fenómenos paranormales solo actuaría como mecanismo de equilibrio en situaciones
en las que se tiene la sensación de haber perdido el control.
Amuletos que mejoran el rendimiento
Este tipo de estudios complementan
los resultados de otros más prácticos que pueden explicar qué aporta la
superstición a los humanos y qué hizo que lo que nos empuja a creer en cosas
sin fundamento no haya sido eliminado durante la evolución como una
característica nociva para la supervivencia. En 2010, investigadores de la
Universidad de Colonia, en Alemania, mostraron en un artículo que la práctica de
determinados rituales de la suerte o el uso de amuletos mejoraba de
manera objetiva el desarrollo de determinadas tareas, como la práctica del golf
o de juegos de memoria. El incremento de la confianza en que algo iba a salir
bien o la mayor perseverancia a la hora de realizar una tarea, aunque fuesen
fruto del pensamiento supersticioso, mejoraban los resultados.
Otro de los resultados que deja ver
lo arraigada que está en nuestra naturaleza la necesidad de creer en
tranquilizadores poderes sobrenaturales por absurdos que parezcan es el
alcanzado en 2007 por Benno Torgler, de la Universidad Politécnica de
Queensland, en Australia. En su trabajo, realizado en 17 países de todo el
mundo para observar qué variables pueden hacer a una persona más proclive a creer
en el horóscopo, el valor de los amuletos o la capacidad de los videntes,
descubrió que los países donde más se confiaba en el valor de este tipo de
prácticas eran los de la antigua Unión Soviética. Allí donde más esfuerzo se
hizo para acabar con la influencia de la religión, proliferaron las
supersticiones como tranquilizante alternativo al "opio del
pueblo".
En ese mismo sentido, este estudio
sugiere que las personas que ya tienen la práctica religiosa institucional como
método para afrontar la incertidumbre de la vida suelen acudir menos a
supercherías como los amuletos o los videntes. Parece que no le falló la
intuición a G.K. Chesterton cuando dijo aquello de que "cuando se
deja de creer en Dios enseguida se cree en cualquier cosa".
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