Mostrando entradas con la etiqueta aceptación. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta aceptación. Mostrar todas las entradas

martes, 18 de septiembre de 2018

EL SACRIFICIO PARA LA ACEPTACIÓN: EL PROBLEMA DE ANTEPONER LA ACEPTACIÓN DE LOS OTROS A NUESTRAS NECESIDADES

Por qué buscamos ser aceptados por los otros

A todos nos gusta sentirnos queridos, aceptados, formar parte de algo, pero hasta qué punto esa aceptación es real o conseguimos que la sociedad, que los demás nos acepten por algo que no somos o, mejor dicho, por ser lo que quieren o lo que se supone que tenemos que ser.

No se trata de que todo sea blanco o negro,
entre aislarse del resto y vivir por y para que los demás nos acepten, debemos encontrar un equilibrio en el que nosotros nos sintamos cómodos, nos aceptemos y nos queramos como somos y que ese sea el punto de partida para que los demás lo hagan, no a la inversa. Todo esto no significa que hagamos lo que nos plazca sin tener en cuenta a los demás, simplemente que cada uno pueda valorar en que medida respeta y valora más al otro que a sí mismo.

Con frecuencia en las noticias vemos casos de personas de éxito que deciden acabar con su vida, músicos, actores, escritores, personas aceptadas y admiradas por millones de personas, que tendemos a creer que lo tienen todo por esa aprobación social. Estos casos son ejemplos reales de que la aceptación de los demás, no es lo único, ni lo más importante. 
 

¿De dónde viene la necesidad de aceptación?

Los seres humanos necesitamos socializarnos, somos sociales por naturaleza, estar en contacto con el entorno, desde bebés buscamos constantemente la atención y el contacto, comenzamos a construir el apego hacía nuestros familiares más cercanos y a medida que vamos creciendo lo hacemos de forma más consciente. Desde que somos pequeños nos dan instrucciones acerca de lo que debemos o no debemos hacer para ser aceptados, por ejemplo, pensad a cuantos de pequeño han obligado de pequeños a dar un beso a alguien cuando no os apetecía, simplemente porque era que había que hacer o porque si no, no nos iban a querer.

Son
un ejemplo muy simple de como desde pequeños, nuestra conducta va siendo modificada en función de lo que los demás creen conveniente. Los problemas ocurren cuando a medida que vamos creciendo, otorgamos más valor a lo que a los demás les parezca bien, a lo que los demás quieran, que a nuestras propias necesidades y esto se convierte en nuestra manera de relacionarnos.

¿Qué ocurre cuando la necesidad de aceptación es excesiva?

Nuestras prioridades y necesidades pasan a un segundo plano, sacrificándolas en beneficio de la aceptación del otro. Esto puede ocurrir en todos los ámbitos de la vida o verse reducido a alguno en el que nos sintamos más inseguros o creamos que vamos a ser rechazados si no cedemos.
  • Pérdida de personas: Esto suele comenzar a ocurrir en la adolescencia, cuando comenzamos a desligarnos de la familia y a vincular más con nuestros amigos. En ocasiones perderemos o sacrificaremos a personas que aportan beneficios a nuestra vida, si esta no es aceptada por el grupo.
  • Conductas de riesgo: Relacionado con lo anterior, podemos comenzar a realizar actividades que nos ponga en peligro como por ejemplo consumir sustancias, delinquir, vernos involucrados en peleas, etc.
  • Represión de la opinión: En la infancia comienza nuestra educación y con ella muchos mensajes del tipo: “Eso no se dice” “no hagas eso que no está bien visto” “pórtate bien”, que normalmente suelen ir acompañados de una recompensa cuando se obedece y de un castigo cuando no es así. Es evidente que necesitamos límites para respetar a los demás y al entorno, pero cuando esos mensajes se interiorizan y/o reciben en exceso pueden llevar al error de que lo de los demás es lo válido y no nuestro no, desarrollándose la incapacidad en la persona de poder expresarse, principalmente cuando esté en desacuerdo por miedo a ser excluido.
  • Desarrollar nuestra propia personalidad: La mayoría de las personas con una patológica necesidad de aceptación, tienen graves dificultades para saber que les gusta, que necesitan, que les motiva o que les desagrada y suelen darse cuenta en la edad adulta. Esto ocurre, porque durante su desarrollo no han podido o no han sabido escucharse a sí mismos, verse como ven las demás y aceptarse.
  • Inestabilidad emocional: La regulación emocional en estos casos depende más del entorno que de la persona misma, es decir, si desde fuera hay aprobación sentirá emociones placenteras, pero que nunca serán suficientes, siempre necesitará más reafirmación. En caso contrario, la incertidumbre, el estrés, la ansiedad se apoderarán de la persona emocional y racionalmente, causándole mucho sufrimiento. En estas situaciones las personas no son dueñas de sus emociones.
  • Errónea zona de confort: En realidad en estos casos podría llamarse “zona cómoda”, porque lejos de ser confortable, mantiene a la persona en constante alerta y pendiente de todo lo ajeno. Es lo que conocen y no se creen capaces de salir de ahí y de conocer lo que hay fuera.
  • Autoconocimiento: La única persona con la que vamos a vivir toda la vida es con nosotros mismo, por eso es fundamental conocerse, con nuestros defectos y virtudes, aceptándonos en primer lugar a nosotros. En los casos en los que la necesidad de aceptación se convierte en una prioridad, la identidad de la persona se ve daña porque carecen de ese conocimiento propio tan necesario.
Alfredo Hoffman dijo: “Cuanto menos nos aceptamos más necesitamos de la aceptación de los demás”. Creo que todas las personas deberíamos reflexionar sobre esta frase y ver donde nos posicionamos en nuestra vida. Aceptar no significa conformarse, podemos cambiar, aprender, desaprender, crear. Nuestra vida es un regalo y merecemos vivirla de la mejor manera posible, respetando a los demás, pero sobre todo aceptándonos y queriéndonos como somos, porque si nosotros lo hacemos, el resto también lo hará.


martes, 18 de octubre de 2011

ETAPAS PARA RECUPERARSE DE UNA PÉRDIDA

Para que una persona se recupere de la pérdida de un ser querido, es necesario pasar por las cuatro etapas del duelo, que como todo proceso requiere de cierta maduración en el tiempo. Cuánto tiempo dura cada fase, eso va a depender de cada persona y circunstancia, puede pasar un mes o años antes de que termine el duelo.

Primera etapa: aceptación
La primera reacción ante el conocimiento de una mala noticia casi siempre es la negación. El cerebro humano actúa de este modo como un mecanismo de defensa ante el sufrimiento. También pueden ocurrir desmayos, se trata de otro mecanismo del cuerpo para evitar la angustia.
Esta primera sensación de incredulidad no debe durar demasiado, la persona debe aceptar lo que ocurrió, aceptar que no puede cambiar la realidad para continuar con su vida. Una vez que alcancemos esta primera etapa de aceptación, vamos a estar listos para comenzar el proceso de curación y liberarnos de la angustia que provoca la pérdida.

Segunda etapa: asumir las emociones
Una vez que aceptamos la muerte, hay que asimilar el sufrimiento, tratando de exteriorizarlo, hablando con personas de nuestra confianza, llorando o expresando de cualquier manera el dolor que se lleva dentro.
Hay que ser conscientes de las repercusiones que la muerte trae a nuestras vidas y estado de ánimo, para evitar caer en actitudes nocivas, como puede ser perder el interés por uno mismo y dejar de alimentarnos bien.

Tercera etapa: adaptación
Una vez que hayas descargado todas tus emociones debes volver a la rutina diaria. Tienes que aprender a vivir con la ausencia, continuar con tu trabajo, retomar tus estudios y tus relaciones sociales. Debes ocupar la cabeza con las mismas cosas a las que siempre te dedicaste, y ya verás como el tiempo te ayuda a sobrellevar el dolor.

Cuarta y última etapa: interiorización
Cuando hayas retomado tu rutina diaria, la cuarta y última etapa del duelo llegará con el paso del tiempo, y quizás no seas consciente de ello. Si continúas con tu vida activamente, saliendo a la calle para distraerte y ocupando todas las horas del día haciendo alguna actividad que requiera concentración, te será más sencillo asimilar completamente la muerte.

miércoles, 2 de febrero de 2011

ACT: una estrategia para manejar el dolor crónico

ACT: una estrategia para manejar el dolor crónico

Para resolver cualquier situación de nuestra vida, en primer lugar hay que encararla y afrontarla, en lugar de evitarla o huir de ella. Afrontar y aceptar las adversidades de la vida es el primer paso para aliviar el dolor, físico y psíquico. La aceptación es una herramienta imprescindible para manejar muchos de nuestros problemas, también el dolor crónico. Sin embargo no es fácil llevarla a la práctica, es necesario un aprendizaje.

En los últimos años se ha ido ampliando el conocimiento acerca del dolor crónico, las enfermedades derivadas y el sufrimiento que conlleva. Hoy sabemos que diversas enfermedades, consideradas por muchos como psicosomáticas, como la fibromialgia o fatiga crónica, comparten un mismo síntoma: el dolor continuado y difuso. Pero ¿cómo podemos aliviar ese dolor sin usar medicación? ¿Podemos afrontarlo sin huir de él? Partiendo de este concepto, una alternativa para afrontar este dolor: las estrategias de aceptación.

Se considera dolor crónico aquel que perdura más de 6 meses. Éste a su vez, unido con otros síntomas físicos, genera una serie de alteraciones psicológicas, como bajo estado de ánimo, ansiedad, así como interferencias en la vida social y laboral. Vemos pues, que son enfermedades que llegan a afectar en exceso la actividad cotidiana de la persona.

Ahora bien, ¿de qué depende que se mantenga? ¿Podemos llegar a modularlo nosotros mismos? Diversas teorías sobre el tema plantean que hay muchos factores que moldean el dolor crónico, entre los cuales se encuentra nuestra actitud ante el mismo. Podríamos decir que el dolor forma una cadena con nuestros pensamientos, emociones y actitudes aumentando o disminuyendo nuestra percepción física de la molestia. Como si se tratara de redes conectadas, dependientes unas de otras.

Muchos profesionales observan que los pacientes con dolor crónico suelen presentar una actitud centrada en el mismo dolor. Inevitablemente se focalizan en su cuerpo, en la molestia del dolor y en las variaciones que presenta. Pero, ¿esta actitud nos ayuda a resolver el problema? Desde hace siglos, nuestras sociedades y las culturas nos enseñan que debemos estar bien y ocultar cualquier signo de sufrimiento. El mensaje de “hay que sentirse bien y aparentar estar bien en todo momento” está muy marcado en nuestra cultura. Es por ello que mostrar ese sufrimiento es visto negativamente y tendemos a intentar eliminarlo por todos los medios.

Sin embargo, lo que sucede en realidad es que centrarse en eliminarlo solo provoca más suplicio y menos vida. Intentamos eliminar las emociones y pensamientos que acompañan al dolor. Esto nos lleva a un menor bienestar emocional y físico porque toda nuestra vida está centrada en este objetivo. ¿Qué alternativa tenemos? El término “aceptación” podría ser la respuesta.

La aceptación (fundada inicialmente por S. Hayes, a través de la ACT) es una de las técnicas que se utilizan junto con otras estrategias para intentar manejar el dolor. Veamos ahora algunas de las ideas que la caracterizan:

1.- No intentar eliminar o luchar contra el dolor, pensamientos o emociones negativas
2.- Vivir en el presente, lo que nos llena, nos gusta, nuestros VALORES
3.- Vivir y actuar, a pesar del dolor y sufrimiento
4.- No luchar contra nuestro cuerpo, nuestras emociones, contra nosotros mismos

Aceptar radica, pues, en encontrar aquellas cosas que nos llenan, recuperar aquellas que abandonamos tiempo atrás, retomar objetivos pendientes. En otro sentido, el saber alejarse de los pensamientos y emociones negativos se puede conseguir al no intentar controlarlos. Es decir, distanciarnos de ellos como si fuésemos observadores externos, permitirnos tenerlos pero no fijarnos en ellos. Una manera de hacerlo sería imaginar que nuestros pensamientos/preocupaciones son como nubes que flotan, nos fijamos en ellas, pero las dejamos pasar sin juzgarlas. Otro aspecto base en la aceptación es vivir a pesar de sentirnos con dolor. Es quizás el aspecto más difícil de llevar a la práctica pero podemos conseguirlo si lo aplicamos progresivamente, en función de nuestro cuerpo.

El objetivo es ir adaptando ese dolor a nuestra vida, no adaptarnos nosotros a él. A pesar del dolor, con un mínimo de adaptación hemos de poder hacer lo que hemos de hacer o queremos hacer. De esta manera, conseguiremos no centrarnos tanto en él y vivir mejor, habiendo conseguido controlarlo y atenuarlo.

En resumen, vivir a pesar del dolor adaptándolo a nuestra vida sin renunciar a ella, sería el mensaje fundamental.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT)

Esta terapia se basa en la teoría de los marcos relacionales que incorpora los avances sobre el estudio del lenguaje, que ha demostrado que somos capaces de establecer relaciones arbitrarias entre diferentes estímulos, por ejemplo, entre A y B y entre B y C. Aparecen entonces otras relaciones no entrenadas, implícitas entre A y C (combinatorial entailment), entre C y A y entre B y A (mutual entailment). Además, aparece una transformación de funciones, de forma que la persona reacciona de forma similar ante todos ellos (A, B, y C), es decir, todos ellos cobran la misma función.

Este tipo de condicionamiento, parece que se da solamente cuando existe el lenguaje. En consecuencia, cuando se condiciona una palabra a un objeto, las reacciones que se habían condicionado al objeto se dan ante la palabra. Es decir, igual que un objeto nos evoca la palabra que lo nombra socialmente, la misma palabra nos evoca reacciones internas similares a las que provoca el objeto original. (Hayes, Barnes-Holmes, y Roche, 2001).

La relación de equivalencia de Sidman es solamente un ejemplo de cómo los seres humanos nos condicionamos a las relaciones entre estímulos. También somos capaces de condicionarnos a otros tipos muy diferentes de relaciones. Veamos un ejemplo en la relación de orden, que determina que un objeto va antes que otro, y reaccionamos ante ellos de acuerdo con el orden establecido. Las relaciones que establecemos son arbitrarias en el sentido de no estar circunscritas a las propiedades físicas de los objetos, sino que son establecidas por los usos y experiencias sociales, es decir, son dependientes del contexto social. Así, solemos comer antes los entremeses que el postre, en un determinado contexto social. Las relaciones que somos capaces de establecer los humanos son incontables.(Hayes, Barnes-Holmes, y Roche, 2001). Un marco relacional surge cuando se da un condicionamiento a una relación arbitraria que tiene las propiedades de implicación mutua, implicación combinatoria y transformación de funciones.

La terapia de aceptación y compromiso se encuadra dentro del conductismo radical, que considera las cogniciones como conductas y, como tales, sujetas a las mismas leyes que cualquier otro comportamiento. De forma que lo importante para ella no es el contenido de los pensamientos, sino la función que tienen en el contexto en el que se dan. Por eso, apenas emplea la reestructuración cognitiva, porque su intención principal no se dirige a cambiar el contenido de los pensamientos, sino que modifica la función que tienen (Hayes, Strosahl, y Wilson, 1999; Wilson y Luciano, 2002).

Parte de una teoría de la psicopatología que considera como elemento fundamental de la salud la flexibilidad psicológica. La patología surge cuando se limita dicha flexibilidad. Son fuentes de rigidez psicológica: la evitación experiencial, no vivir el presente, la falta de claridad y de compromiso con los propios valores, no vivir el yo como contexto y la fusión cognitiva, que consiste en vivir de acuerdo a como nos dicen nuestro pensamientos, sentimientos, emociones y sensaciones en lugar de contrastar nuestra experiencia con la realidad (Hayes et al. 2004).

Dentro de las figuras psicopatológicas consideradas por la terapia de aceptación y compromiso, destaca el trastorno por evitación experiencial, que consiste en evitar los pensamientos, sentimientos, emociones y sensaciones que nos resultan desagradables, pero de forma destructiva, es decir, sin tener en cuenta las consecuencias a largo plazo de las evitaciones. Los sujetos con trastorno por evitación experiencial intentan controlar los sucesos internos y descontrolan la propia vida (Hayes et al 1999; Wilson y Luciano, 2002).

El objetivo de la terapia de aceptación y compromiso es eliminar la rigidez psicológica para lo que emplea algunos procedimientos básicos como la aceptación, estar en el presente, el desarrollo y el compromiso con los valores propios, el descubrimiento del yo como contexto y la desactivación del pensamiento (cognitive defusion). Estos procedimientos están totalmente relacionados, de tal manera que si se aplica la desactivación del pensamiento, se está presente y se aceptan los pensamientos, sentimientos, emociones y sensaciones, descubriendo y viviendo el yo como contexto, etc. (Hayes et al, 2004). La aplicación de estos procedimientos se realiza siguiendo una agenda terapéutica, que no es un procedimiento rígido, sino más bien una guía tentativa que se ha de adaptar a cada paciente y a cada problema (Hayes, et al, 1999).

Una vez realizada la evaluación que incluye el análisis funcional, se tienen que fijar los objetivos terapéuticos. En el caso de la terapia de aceptación y compromiso, se trata de determinar cuales son los valores del paciente y su compromiso con ellos, porque posiblemente esté centrando toda su vida en la solución de su problema, abandonando las cosas más importantes o aplazándolas para cuando lo resuelva, lo que habrá dado lugar a la aparición del trastorno por evitación experiencial. El objetivo de la terapia será llevar a cabo el compromiso del paciente con sus valores y enfrentar su problema desde esa perspectiva y no solamente acabar con el sufrimiento que le trae a consulta.

La terapia de aceptación y compromiso nos avisa de que el paciente llega a la terapia con una idea de cómo resolver su problema y quiere que el terapeuta le ayude a ir en la misma dirección porque en realidad no ve otra salida. Pero hay que enseñarle que no es por ese camino por donde va a lograr superarlo, tiene que cambiar de planes. Poniendo el ejemplo de un paciente que esté enganchado en el análisis de la situación, realizando grandes esfuerzos para lograr conocer las causas últimas de su problema antes de actuar, vendrá con la petición de que se le ayude a entender las últimas causas de su malestar, en lugar de aceptar lo que le pasa y vivir su experiencias internas mientras pone en marcha sus valores.

La técnica de la desesperanza creativa de la terapia de aceptación y compromiso (Hayes, et al, 1999; Wilson y Luciano, 2002) es un procedimiento adecuado para hacer ver al paciente que los métodos que está aplicando no son eficaces y que tiene que abrir su mente a otras alternativas, se trata de hacerle comprender que los intentos de control no son la solución, sino el problema.Una vez puestos en cuestión los planes del paciente, se está en disposición de aplicar los procedimientos de la terapia de aceptación y compromiso.

La aceptación es el proceso que da nombre a la terapia y consiste en abrirse a la experiencia de los pensamientos, sentimientos, emociones y sensaciones sin hacer nada para que desaparezcan (Hayes, et al, 2004). En la exposición a los estímulos temidos es necesaria la aceptación, nos se pretende ni se buscan la extinción ni la habituación, aunque seguramente se llegarán a dar. La aceptación no es pasiva, sino que abrirse al sufrimiento en la persecución de los valores y objetivos que se puedan activar en presencia del estímulo temido. El compromiso con los valores genera el deseo y la determinación para actuar (willingness) que permite exponerse al estímulo temido sin dar conductas de evitación.

Uno de las misiones más importantes de esta terapia reside en el desarme del pensamiento (cognitive defusion) (Luoma y Hayes, 2003) que profundiza la distancia con los propios pensamientos; que ya Beck planteaba como necesaria para poder realizar la terapia cognitiva y que consiste en considerar los pensamientos como hipótesis y no como verdades absolutas. “El desarme cognitivo implica un cambio en el uso normal del lenguaje y las cogniciones de tal manera que el proceso de pensamiento se hace más evidente y las funciones de los productos de pensamientos se amplían” (Luoma y Hayes, 2003).