En la cultura occidental tenemos una relación difícil con las lágrimas. Se las considera inútiles pero inevitables, hacen parecer a la gente vulnerable y débil, aunque también sensible y con cierto temperamento artístico. ¿Con qué nos quedamos? Lo que se sabe de la función biológica y psicológica de las lágrimas es bastante contradictorio.
Algunas corrientes científicas sostienen que el llanto tiene un efecto relajante y que ayuda a eliminar sustancias químicas estresantes. Sin embargo, la teoría de Oren Hasson, biólogo evolutivo de la Universidad de Tel Aviv, es diferente. Para él, el llanto nos nubla la vista y nos deja indefensos. "Es una señal de sumisión que inhibe comportamientos agresivos en los demás, pues transmite vulnerabilidad, y es una estrategia que nos acerca emocionalmente a los otros", explicó recientemente en la revista Evolutionary Psychology.
Según su teoría, las lágrimas ayudan a construir y fortalecer relaciones. Por ejemplo, si varias personas lloran juntas, crean vínculos muy fuertes entre ellas. Pero este comportamiento evolutivo no es efectivo en los ambientes laborales, donde se exige y se espera que ocultemos las emociones.
Sin embargo, otros científicos piensan que llorar puede ser una pérdida de tiempo. Así lo afirmaron los autores de un estudio realizado a medias entre la Universidad de La Florida y la Universidad de Tilburg, en Holanda. Después de examinar el llanto de 3.000 sujetos, concluyeron que era beneficioso dependiendo de la causa, del momento y de las circunstancias en que ocurriera. La mayoría de los que encontraba ventajas en llorar en público lo había hecho repetida y cíclicamente durante un largo periodo. Los científicos argumentaron que el beneficio conseguido tenía que ver con el hecho de que cuando alguien llora suele recibe muestras de apoyo.
El doctor Juan Murube, de la Universidad de Alcalá de Henares, después de realizar una encuesta entre estudiantes de Medicina de ese centro, encontró que existen al menos 465 emociones distintas por las que el ser humano llora. La admiración, la ira, la aflicción, la angustia, la ansiedad, la confusión y el arrepentimiento son las más comunes. Pero todas estas situaciones pueden resumirse en dos posibilidades: lloramos para pedir u ofrecer ayuda.
Sigmund Freud fue el primero en decir que llorar era "liberador". Muchos años después, en la Universidad estadounidense de John Hopkins, otros investigadores encontraron cierta relación entre reprimir el llanto y la aparición de trastornos de ansiedad, úlcera intestinal o asma. Aseguraban que los individuos que no exteriorizan sus sentimientos son más propensos a experimentar angustias y tensiones internas. Desde el punto de vista fisiológico, también se ha intentado explicar por qué el llanto atempera el estado de ánimo. Mientras se llora se consigue un control muy preciso de la respiración, lo que se traduce en un control adecuado de las emociones negativas, la respiración se ralentiza y produce un efecto calmante sobre el organismo. Los científicos aseguran que cuando el llanto se desata tras una situación desagradable, el periodo de calma supera con creces el tiempo de estrés que lo provocó.
El profesor Kim Bard, de la Universidad de Portsmouth, en Reino Unido, encontró cuatro factores primordiales por los que algunas películas hacen llorar: frecuencia con la que lloran los protagonistas, índice de tristeza general de la historia, mensaje positivo final y grado de felicidad experimentado durante la proyección. La combinación correcta de lo anterior garantiza la lágrima del espectador. También, según Bard, las películas de alta definición reflejan mejor las emociones y hacen llorar a los espectadores.
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