Para resolver cualquier situación de nuestra vida, en primer lugar hay que encararla y afrontarla, en lugar de evitarla o huir de ella. Afrontar y aceptar las adversidades de la vida es el primer paso para aliviar el dolor, físico y psíquico. La aceptación es una herramienta imprescindible para manejar muchos de nuestros problemas, también el dolor crónico. Sin embargo no es fácil llevarla a la práctica, es necesario un aprendizaje.
En los últimos años se ha ido ampliando el conocimiento acerca del dolor crónico, las enfermedades derivadas y el sufrimiento que conlleva. Hoy sabemos que diversas enfermedades, consideradas por muchos como psicosomáticas, como la fibromialgia o fatiga crónica, comparten un mismo síntoma: el dolor continuado y difuso. Pero ¿cómo podemos aliviar ese dolor sin usar medicación? ¿Podemos afrontarlo sin huir de él? Partiendo de este concepto, una alternativa para afrontar este dolor: las estrategias de aceptación.
Se considera dolor crónico aquel que perdura más de 6 meses. Éste a su vez, unido con otros síntomas físicos, genera una serie de alteraciones psicológicas, como bajo estado de ánimo, ansiedad, así como interferencias en la vida social y laboral. Vemos pues, que son enfermedades que llegan a afectar en exceso la actividad cotidiana de la persona.
Ahora bien, ¿de qué depende que se mantenga? ¿Podemos llegar a modularlo nosotros mismos? Diversas teorías sobre el tema plantean que hay muchos factores que moldean el dolor crónico, entre los cuales se encuentra nuestra actitud ante el mismo. Podríamos decir que el dolor forma una cadena con nuestros pensamientos, emociones y actitudes aumentando o disminuyendo nuestra percepción física de la molestia. Como si se tratara de redes conectadas, dependientes unas de otras.
Muchos profesionales observan que los pacientes con dolor crónico suelen presentar una actitud centrada en el mismo dolor. Inevitablemente se focalizan en su cuerpo, en la molestia del dolor y en las variaciones que presenta. Pero, ¿esta actitud nos ayuda a resolver el problema? Desde hace siglos, nuestras sociedades y las culturas nos enseñan que debemos estar bien y ocultar cualquier signo de sufrimiento. El mensaje de “hay que sentirse bien y aparentar estar bien en todo momento” está muy marcado en nuestra cultura. Es por ello que mostrar ese sufrimiento es visto negativamente y tendemos a intentar eliminarlo por todos los medios.
Sin embargo, lo que sucede en realidad es que centrarse en eliminarlo solo provoca más suplicio y menos vida. Intentamos eliminar las emociones y pensamientos que acompañan al dolor. Esto nos lleva a un menor bienestar emocional y físico porque toda nuestra vida está centrada en este objetivo. ¿Qué alternativa tenemos? El término “aceptación” podría ser la respuesta.
La aceptación (fundada inicialmente por S. Hayes, a través de la ACT) es una de las técnicas que se utilizan junto con otras estrategias para intentar manejar el dolor. Veamos ahora algunas de las ideas que la caracterizan:
1.- No intentar eliminar o luchar contra el dolor, pensamientos o emociones negativas
2.- Vivir en el presente, lo que nos llena, nos gusta, nuestros VALORES
3.- Vivir y actuar, a pesar del dolor y sufrimiento
4.- No luchar contra nuestro cuerpo, nuestras emociones, contra nosotros mismos
Aceptar radica, pues, en encontrar aquellas cosas que nos llenan, recuperar aquellas que abandonamos tiempo atrás, retomar objetivos pendientes. En otro sentido, el saber alejarse de los pensamientos y emociones negativos se puede conseguir al no intentar controlarlos. Es decir, distanciarnos de ellos como si fuésemos observadores externos, permitirnos tenerlos pero no fijarnos en ellos. Una manera de hacerlo sería imaginar que nuestros pensamientos/preocupaciones son como nubes que flotan, nos fijamos en ellas, pero las dejamos pasar sin juzgarlas. Otro aspecto base en la aceptación es vivir a pesar de sentirnos con dolor. Es quizás el aspecto más difícil de llevar a la práctica pero podemos conseguirlo si lo aplicamos progresivamente, en función de nuestro cuerpo.
El objetivo es ir adaptando ese dolor a nuestra vida, no adaptarnos nosotros a él. A pesar del dolor, con un mínimo de adaptación hemos de poder hacer lo que hemos de hacer o queremos hacer. De esta manera, conseguiremos no centrarnos tanto en él y vivir mejor, habiendo conseguido controlarlo y atenuarlo.
En resumen, vivir a pesar del dolor adaptándolo a nuestra vida sin renunciar a ella, sería el mensaje fundamental.
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