El
éxito tiene mil caminos diferentes, pero una misma salida: elegir una rutina
de trabajo que más nos beneficie y seguirla a pies juntillas. Esta parece
que fue la decisión que tomaron muchos genios de la talla de Beethoven,
Sigmund Freud o Charles Darwin. Todos ellos comparten una serie de hábitos
que podemos adaptar nuestro día a día para que nuestra vida sea mucho más rica
y productiva.
1.- Trabaja a las horas a
las que más rindas
“A quien madruga, Dios le
ayuda”. El refrán que más han escuchado los más dormilones resulta que es una
falacia. O al menos, en parte. Hay personas a las que les conviene mucho más
trabajar por las mañanas y otros, a última hora de la tarde. Así lo asegura
un estudio realizado en 2011 por los psicólogos Mareike
B. Wietha & Rose T. Zacks del Albion Collecge de Michigan (Estados Unidos).
En él, los expertos analizaron la capacidad de resolución de problemas de un
grupo de sujetos en función de la hora del día. Y los resultados no arrojaban
dudas: estaba bastante claro que había personas que funcionaban mucho mejor a
primera hora, y otros que trabajan de forma más efectiva a última hora de
la tarde.
Tan solo hace falta saber a qué hora se nos da mejor las
tareas e intentar organizar nuestra agenda en base a ello. Si no podemos
hacerlo, porque por ejemplo trabajamos en una oficina de 9 a 18, podemos
organizar las tareas para empezar con algo más complicado a primera hora -si
somos ‘personas de mañana’- y dejar lo fácil para por la tarde. Si nos
cuesta despertar, mejor hacer lo contrario.
Beethoven adoraba componer a
primera hora de la mañana
y tener las tarde despejadas. Flaubert, sin embargo, escribió Madame Bovary
sobre todo de noche. El escritor francés se dedicaba a bañarse y a
leer por las mañanas. ¡Así que elige tu camino!.
2.- Haz listas
Cualquier
trabajo puede ser reducido a una larga lista de tareas. Si las tenemos
claras desde primera hora, podremos rendir mejor y el día no se nos hará cuesta arriba.
Sobre todo si trabajamos en grupo, ya que la mayoría de las distracciones
provendrán de las necesidades que los demás nos intentarán cargar: si tenemos
un papel en el que sabremos qué tenemos que hacer exactamente, podremos
priorizar y evitar interferencias.
Ojo, las listas no tienen por
qué ser de tareas diarias. También nos puede ayudar tener una de objetivos a
medio y largo plazo.
3.- Descansa
No
eres una máquina. Cada dos horas, intenta parar 15 minutos y hablar con un
compañero, tomar un vaso de agua -cuidado con el café- o dar un paseo. No
lo digo yo, lo dice Freud: el genio vienés solía descansar una media hora entre
sus agotadoras sesiones de psicoterapia. También solía parar una hora y media
entre su turno de mañana (que empezaba a las 7 de la mañana) y su turno de
tarde, en el que trabajaba hasta las 9 de la noche.
4.- Pasea
Mejor que un descanso, un
paseo. Una
caminata de 20 minutos hará que la sangre fluya mejor por tu cuerpo y disparará
tu creatividad. Un estudio de
2009 descubrió esta realidad: los adolescentes que caminaron durante
20 minutos antes de un examen de lectura sacaron mejores notas que los que no
lo hicieron.
5.- Duerme bien (y sobre
todo por la noche)
Ya
seas una persona de mañana o una de tarde, intenta dormir bien por la noche. El
descanso adecuado hará que rindas mucho mejor. La falta de sueño no solo te
hará más perezoso: este hecho también está relacionado con multitud de
problemas de salud.
6.- Aprende a decir ‘No’
¿Te
imaginas a Barack Obama diciendo que sí a cualquier petición que le hicieran?
¿O a Picasso haciendo caso a los que criticaban su estilo? Todos las
personas de éxito aprendieron en su momento a decir que ‘no’. Con esta sencilla
acción evitaremos que los demás nos impongan sus deseos y necesidades, y nos
podremos centrar en lo que nosotros queremos.
7.- Créetelo
Una
profecía autocumplida es una predicción que, una vez hecha, es en sí misma la
causa de que se haga realidad. Además, es una de las expresiones favoritas de los
psicólogos: si nos creemos que podemos llegar a hacerlo, podremos realizarlo.
Pero ojo, este concepto también puede volverse en nuestra contra: si creemos
que fracasaremos, terminaremos haciéndolo.
Además,
la confianza es contagiosa y es una de las características claves de los
líderes. Si
crees que lo vas a poder hacer, los demás no tendrán dudas y confiarán en ti y
en sí mismos. Y si no que se lo digan a John F. Kennedy y a su equipo de
estrategas: cuando la III Guerra Mundial estuvo a punto de estallar por la
crisis de los misiles cubanos, la confianza, el autocontrol y el liderazgo del
presidente fueron decisivos para que nadie de su equipo perdiera los nervios y
lanzara una ofensiva que podía haber acabado en el Apocalipsis. ¿Era JFK un
superhombre? No, por dentro estaba carcomido por las dudas y por el miedo,
pero se convenció a sí mismo de que esa crisis no iba a ser el principio de la
guerra. Y ese fue el
principio de uno de los episodios más gloriosos de la diplomacia mundial.
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