Los espacios cerrados, sobre todo si son
pequeños o no están bien iluminados, generan en las personas con claustrofobia
una ansiedad que interfiere en su vida diaria y laboral.
Tres son los componentes fundamentales que conlleva la claustrofobia:
1. El elevado nivel de ansiedad
2. La anticipación
3. El miedo irracional y
catastrófico
Es por eso que la intervención orientada al tratamiento de la
claustrofobia, debe realizarse en estos tres ámbitos por
separado:
1.
Para aprender a controlar la ansiedad que se genera en situaciones de claustrofobia, es importante
saber escuchar al propio cuerpo, detectando cuándo se está poniendo tenso, para
poder poner en marcha las técnicas de relajación en las que se instruirá al
paciente en estas terapias. Para ello se pone al claustrofóbico ante distintas
situaciones temidas y evitadas, ya sea un cuarto oscuro, un vehículo o un túnel,
para que pueda enfrentarse a sus temores. El proceso es sencillo, primero lo
afronta de forma imaginativa y luego físicamente en el lugar in situ,
acercándose poco a poco, con el objetivo de que la persona aprenda a
identificar el momento en el que le empiezan a sudar las manos o la frente,
cómo cierra los puños, o empieza a carraspear… síntomas de que aquella
situación le está resultando estresante.
Después se procede a la
aplicación de técnicas de control del estrés, con el objeto de mitigar
esas sensaciones corporales, que surgen incluso antes de entrar en el espacio
cerrado, como la respiración profunda diafragmática –que consiste en
insuflar la mayor cantidad de aire posible en el abdomen, reteniéndolo durante
diez segundos, para con posterioridad ir soltándolo poco a poco–; la relajación
o la visualización de imágenes positivas dejando la mente en blanco, donde se
trata de conseguir volver a un nivel de tranquilidad a pesar de seguir en
presencia de aquella situación temida, que le genera tanta ansiedad, ya sea al
metro, los sótanos o habitaciones cerradas.
3.
Eliminar el miedo. Una vez conseguido
este segundo aspecto con lo que se rompe la conexión entre lo que sucede y lo
que se espera, es más fácil trabajar con el tercer elemento que conlleva la
claustrofobia: el miedo irracional e incontrolable.
Cómo controlar el miedo a los
espacios cerrados
Se trata de pensamientos
catastróficos, asociados a un gran peligro para la integridad e incluso la vida
de la persona: “no voy a a poder salir”, “me quedo sin oxígeno”, “me voy a
morir aquí adentro”… La manera de trabajar estos aspectos es con información clara
y razonada, explicando el terapeuta al paciente claustrofóbico con todo lujo de
detalles que el ascensor, autobús o avión es revisado periódicamente para
evitar fallos, que la incidencia de casos de personas atrapadas es ínfima, que
existen protocolos para sacar a las personas en el supuesto de que se queden
encerradas, y de que hay personal cualificado cerca para atenderle en caso de
necesidad.
Un ejemplo de ello es
cómo se procede con la aerofobia o miedo a volar,
donde al paciente se le hace pasar a la cabina del piloto, y éste le explica
cómo funciona el aparato y sobre todo las medidas de seguridad con las que
cuenta el avión, y la baja incidencia de accidentes existente. En este caso el
piloto sirve de auxiliar a la terapia para combatir esta fobia.
Para comprobar la
eficacia del tratamiento y como parte de la terapia conductual, la persona con
claustrofobia va a realizar ejercicios de aproximaciones sucesivas, donde va a ir
poco a poco acercándose a la situación temida, estando ahí un breve período de
tiempo antes de volverse, de forma que cada vez le cueste menos poner en
práctica todo lo aprendido, hasta que logre poder llevar una vida normal,
accediendo a los lugares cerrados y temidos sin que se disparen los niveles de
ansiedad, ni surjan los pensamientos negativos.
En ocasiones y de forma puntual
para controlar los síntomas agudos de la ansiedad, pueden emplearse
medicamentos como antidepresivos o ansiolíticos, buscando con ello mitigar
los efectos fisiológicos con lo que el paciente pueda adquirir mayor confianza
sobre su propio control de los síntomas y los pensamientos negativos que le
siguen. Intervención farmacológica que debe de ir siempre acompañada de
tratamiento psicológico y que debe de ser retirada cuando la persona aprenda a
superarlo.
Consejos para prevenir la
claustrofobia
Para aquellos que se han
visto involucrados en un espacio cerrado, donde se sufren altos niveles de
ansiedad y pensamientos catastróficos del tipo “me falta el aire” o “si entro
ahí me muero”, lo que le provoca que trate de evitar estos lugares, hay que recordarles
que es algo que se puede aprender a superar. Además, es conveniente que la
persona que sufre claustrofobia, siga también las siguientes recomendaciones para prevenir el problema:
1.
Antes de entrar en un espacio cerrado párate y respira
profundamente.
2.
Cuando te sientas tenso en un espacio cerrado, centra tus
pensamientos en visualizar mentalmente imágenes agradables previamente
entrenadas.
3. Si vas
acompañado o hay otras personas en el lugar que te genera ansiedad, habla con ellas de
cualquier tema, por muy banal que sea.
4.
Si tarda mucho en abrirse la puerta, o empieza a subir el
calor en el habitáculo donde te encuentras, recuerda que es lo que vas a hacer
una vez que llegues a tu destino.
5.
Para coger confianza con las situaciones temidas, es
conveniente procurar ir siempre acompañado de una persona conocida que te
transmita tranquilidad, ya sea un familiar o un amigo.
6. Las personas
con claustrofobia necesitan saber que van a poder salir de la situación temida,
para ello se les pide que introduzcan el número de los bomberos o de urgencias
en sus teléfonos móviles, con lo que ganan en confianza al saber que pueden
llamar si lo necesitan.
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