Algunas personas son más sensibles que otras, y les molestan
enormemente algunos estímulos del medio que para los demás suelen pasar
desapercibidos. Para las personas altamente sensibles las
luces brillantes, el desorden, un olor más fuerte de lo habitual o ciertos
sonidos pueden ser auténticas torturas.
Existe una sensibilidad especial denominada misofonía que
implica una aversión ante los sonidos cotidianos producidos por otras personas,
como masticar, toser o sorber. De hecho, estas personas no pueden soportar el
sonido que hacen los demás al masticar, un problema que afecta aproximadamente
al 20% de la población.
Misofonía: La molestia visceral que no se
puede explicar
Los sonidos que molestan a la persona con misofonía suelen tener
una intensidad muy baja, del orden de 40 a 50 decibelios, lo cual significa que
se encuentran muy por debajo de una conversación normal, por lo que en muchos
casos son apenas audibles para el resto de las personas.
Sin embargo, para quien padece misofonía estos sonidos pueden
convertirse en una tortura. Escuchar a alguien masticar puede desencadenar
estrés, irritación y en casos extremos hasta una rabia violenta. Por eso, en
muchas ocasiones se generan discusiones en la mesa.
La persona con misofonía puede pedirle al otro comensal que mastique más despacio y sin hacer ruido, pero esa persona puede sentirse atacada y no comprende cómo ese sonido tan bajo puede causar molestias. Como resultado, concluye que esa persona tiene algo en su contra, que se enfada sin razón o que está amargado por otra causa y la paga con ella.
La persona con misofonía puede pedirle al otro comensal que mastique más despacio y sin hacer ruido, pero esa persona puede sentirse atacada y no comprende cómo ese sonido tan bajo puede causar molestias. Como resultado, concluye que esa persona tiene algo en su contra, que se enfada sin razón o que está amargado por otra causa y la paga con ella.
Para evitar este tipo de discusiones, la persona con misofonía a veces prefiere
quedarse callada y simplemente se levanta y abandona la mesa. Sin embargo, ese
gesto también genera irritación en el resto de los comensales ya que no entienden
su actitud ni su irritabilidad.
Curiosamente, esa sensación de molestia se amplifica aún más cuando los
sonidos provienen de personas cercanas. Por eso, esa hipersensibilidad a menudo
crea problemas en sus relaciones interpersonales ya que las otras personas se
sienten rechazadas.
¿Cuáles son las causas
de la misofonía?
En la base se encuentra un problema de tolerancia a los sonidos. Una
hipótesis es que se trata de un trastorno neurológico, probablemente en las
estructuras altas del sistema nervioso central. Podría tratarse de un daño en
la corteza prefrontal medial, o un problema similar al tinnitus, un sonido
fantasma que normalmente se debe al daño en las células ciliadas de la cóclea.
Otra hipótesis indica una correlación entre la misofonía y los trastornos
obsesivo-compulsivos, haciendo hincapié en la existencia de experiencias
negativas relacionadas con este tipo de sonidos. En práctica, esa repulsión
podría provenir de un pequeño trauma que ha activado una respuesta excesiva de
la amígdala, sin que medie el control de los lóbulos prefrontales. Por eso, la
persona experimentaría una reacción visceral que le resulta muy difícil
controlar.
De hecho, por más que la persona lo intente, no puede dejar de escuchar ese
sonido. En este sentido, resulta revelador un estudio llevado a cabo en la
Universidad de California. Estos neurocientíficos se dieron a la tarea de
comprobar si la aversión a esos sonidos era real. Para ello, les pidieron a las
personas con misofonía que escucharan una serie de sonidos y calificaran el
nivel de incomodidad que les producían. Otro grupo de personas que no padecía
este problema escucharon los mismos sonidos e indicaron cuánto les molestaban.
Mientras se exponían a los sonidos, unos electrodos medían la conductividad
eléctrica de la piel para detectar el nivel de activación fisiológica. Los
resultados mostraron que las personas con misofonía sudaban más y presentaban
un mayor nivel de activación fisiológica ante sonidos como masticar un chicle.
Sin embargo, cuando escucharon sonidos más relajantes como el de la lluvia, no
mostraron esa reacción.
Aprender a centrarse
en lo positivo
Existen diferentes estrategias para lidiar con la misofonía. Antes de
llegar al punto de no retorno en el que la ira te domina, puedes atenuar el
ruido. Por ejemplo, el zumbido de un ventilador en marcha, el sonido de la
música relajante o un dispositivo que emita ruido blanco pueden ser soluciones
que contenten a todos los que están reunidos alrededor de la mesa.
También sería conveniente que le expliques a las personas importantes para
ti lo que te ocurre, así al menos comprenderán que no se trata de rechazo o
simple mal humor, sino de un problema real contra el que tienes que luchar cada
día.
Además, ten en cuenta que toda situación, por muy negativa que pueda
parecer, siempre puede tener un lado positivo. Un estudio llevado a cabo por
psicólogos de la Universidad de Northwestern desveló que mientras más te afecte
este tipo de ruidos, más probabilidades tienes de ser un genio creativo.
De hecho, la creatividad se ha vinculado con una atención atípica. Todos
tenemos un sistema de entrada sensorial que tiene una base neurológica y nos
permite eliminar todos esos estímulos innecesarios, de manera que el cerebro no
termine sobresaturándose. Sin embargo, estos psicólogos trabajaron con 84
personas y descubrieron que aquellas que no eran capaces de filtrar los
estímulos irrelevantes, como los sonidos bajos del medio, también eran más
creativas.
Según esta investigación, tener un sistema de entrada sensorial con “fugas”
nos permite integrar ideas fuera del foco de atención, dando lugar a soluciones
más creativas en el mundo real. Por tanto, si bien es cierto que la misofonía
puede causarte muchos dolores de cabeza, también puedes sacarle partido. Solo
debes aprender a controlarla.
Fuentes:
Zabelina,
D. L. et. Al. (2015)
Creativity and sensory gating indexed by the P50: Selective versus leaky
sensory gating in divergent thinkers and creative achievers. Neuropsychologia;
69: 77-84.
Schröder, A. et. Al. (2013) Misophonia: Diagnostic
Criteria for a New Psychiatric Disorder. PLoS One; 8(1).
Edelstein, M. et. Al. (2013) Misophonia: physiological
investigations and case descriptions. Frontiers
in Human Neuroscience; 7: 296.
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