lunes, 13 de mayo de 2013

¿Por qué y cuando ir al psicólogo?



¿POR QUÉ IR AL PSICÓLOGO?
Afortunadamente cada vez se cuenta más con los psicólogos como profesionales al servicio de la salud, pero es verdad que aún existen muchos tabúes en torno a esta cuestión.
Muchas personas piensan que son ellos mismos los que tienen que solucionar sus problemas; otras asocian ir al psicólogo con “estar loco” o que está reservado para casos muy particulares o graves; o puede que no se atrevan a contar a un desconocido sus problemas más íntimos. Por motivos como éstos demoramos, o aún peor, no damos el paso de contar con el asesoramiento de un profesional. El psicólogo desarrolla su trabajo cada día con personas que se encuentran en un momento difícil de sus vidas, se enfrentan a un problema que no saben afrontar o que simplemente no pueden disfrutar de los aspectos placenteros de su vida. Cuando nos enfrentamos en otros ámbitos de nuestra vida a situaciones complejas, no dudamos en pedir consejo o contratar a un experto en la materia, no intentamos hacerlo por nosotros mismos o si lo hacemos, tras varios intentos, desistimos y llamamos a un especialista. Ese razonamiento debería aplicarse a algo tan importante como es nuestro bienestar y nuestra salud.
El qué contar y cuándo hacerlo es una opción del paciente y esa persona que al principio es un “desconocido”, poco a poco se va convirtiendo en alguien cercano para nosotros. Hay que desmontar el tópico del psicólogo como amigo, como aconsejador, el asesoramiento psicológico no consiste en ser un amigo que te escucha, sino en enseñar a buscar o afrontar esas situaciones que te están provocando malestar en diferentes ámbitos de tu vida.
¿CUÁNDO IR AL PSICÓLOGO?
Las dudas a la hora de acudir al psicólogo llevan a muchas personas a no beneficiarse de un asesoramiento psicológico que le haría recuperar o aumentar su bienestar físico, mental y social, es decir, su salud. Estas pueden ser algunas de las razones para acudir al psicólogo, las circunstancias pueden ser muy diversas:
  • Sentimientos de tristeza, vacío, cansancio, frecuentes ganas de llorar. Incapacidad para encontrar algo positivo o que ilusione;
  • Pensamientos negativos que impiden disfrutar de la vida diaria;
  • Sensación de ahogo, mareos, irritabilidad, etc.;
  • Preocuparse de forma excesiva, darle muchas vueltas a todo hasta el punto de tener la sensación de estar pensado constantemente;
  • Problemas de apetito (por exceso o por defecto) o de sueño.
  • Bloqueos habituales ante la toma de decisiones o para realizar adecuadamente el trabajo;
  • No quererse y tener una imagen negativa de sí mismo;
  • Miedo a morir, a perder el control o a volverse loco; miedos o inseguridades que limitan y no permiten llevar una vida normal;
  • Tener pensamientos que asustan y llevan a realizar conductas extrañas y repetitivas de las que no puede prescindirse;
  • Dependencia de sustancias como el tabaco.
En líneas generales será motivo de consulta cualquier otra condición de vida o experiencia caracterizada por el sufrimiento y la impotencia de no saber cómo salir de él.
Si te has sentido identificado con alguna de estas situaciones no pienses que sólo te sucede a ti. Este tipo de problemas son muy frecuentes y el padecerlos no te hace diferente. Estos problemas pueden solucionarse y hacer que tu vida sea más agradable.


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